La Pietá como referente de la sociedad en la que se manifiesta una determinada obra artística: ¿es el arte per se eminentemente político?

Desaparecerán todas las imágenes. (…) Todas se desvanecerán de golpe, como lo hicieron los millones de imágenes que estaban tras las frentes de los abuelos muertos hace medio siglo, y de los padres, que han muerto también. Imágenes en que éramos chiquillas entre otros seres que desaparecieron antes de que naciéramos nosotras, de la misma forma que se hallan presentes en nuestra memoria nuestros hijos, de pequeños, junto a nuestros padres y nuestros compañeros de colegio. Y estaremos un día en el recuerdo de nuestros hijos, entre nietos y personas que todavía no han nacido. Lo mismo que el deseo sexual, la memoria no se detiene nunca. Empareja a los muertos con los vivos, a los seres reales con los imaginarios, y el sueño con la historia. 

Annie Ernaux, Los años, 2008

Pieta (1985), David LaChapelle.Negativo pintado a mano - Impresión en pigmento ©David LaChapelle

En la imagen del emblema visual de la cultura pop –la pietá estadounidense del fotógrafo David LaChapelle[1]– reconocemos todos los ingredientes de la representación mariana canónica: una madre desesperada, que clama al cielo buscando respuestas y un hijo -que yace- sin vida sobre sus brazos. El nimbo dorado que rodea a la Virgen nos informa de su carácter divino y elevado. Una efigie, que podríamos considerar tradicional dentro del imaginario católico occidental y ya alejada de todo significado profundo y espiritual; la humanidad ha perdido cualquier rastro de fe y originalidad, y el pecado original se consuma sin cesar en nuestros días. Una Abramović[2] -exenta de revestimiento virginal- visualmente roja: el color que de manera común se asocia a la lujuria, la pasión. Esta vez, la mácula de la Madre es la que -de forma paradójica en relación al relato primigenio- dignifica a un hijo impoluto, etéreo, blanco, trascendido; Ulay se desploma por el dolor, la muerte y la pérdida. Dentro de un fauvismo cromático, la artista serbia retoma el concepto renacentista de la pietá para llevarlo a un terreno carente de toda religiosidad devota y esbozando la contrariedad que caracteriza al arte y su humanidad. Una pietá carmesí que interpela a Jodorowsky y la Montaña sagrada[3] , en un camino hacia el neosurrealismo tardío, con haces de buñuelismo contemporáneo: el valor de la estética puebla las mentes y dirige sus comportamientos. Una pietá alejada ya de roles de género, iconoclasta y fulgurante de fatales pecados. Una madre y un hijo pero sin rumbo ni aureola. Las pietás michelangelescas: la clásica vaticana[4] -casi destruida de manera premonitoria por un Laszlo Toth delirante e iracundo- y la Rondanini[5], non finita, casta de una religiosidad individual e íntima, desnuda de lo superfluo. La pietá que habita en San Pedro: rimbombante, ordenada, apabullante en sus formas, creada con mármol de Carrara e insuflada, sin duda, por una vida que no es de este mundo. Isis amamantando a Horus[6]: período tardío de una de las culturas más duraderas del mundo conocido. La iconografía primitiva del cristianismo no es azarosa: toma prestada la imagen de la diosa Isis -madre- que amamanta a su hijo, Horus. Modos que darán lugar a la pietá mariana que reina en la cultura occidental. Isis alimenta a su vástago, de la manera más natural, primitiva. Y esto es lo que une a la escultura egipcia con la Pietá de Jorge Oteiza[7] para la fachada del santuario de Arantzazu: lo instintivo, el amor y el duelo que -literalmente en el caso de la pieza de Oteiza- catapulta y, en última instancia, lo político.

La altivez -a veces artística y otras mundana- mide los estándares de la ciudad y no cabe preguntarse qué es la originalidad (en realidad, nunca ha importado), ya que retornamos constantemente a los mismos vicios nostálgicos y a los mismos imaginarios marianos. El tiempo, esa ilusión constante, que nos mece en una vaivén continuo y sucesivo en el que todo está siendo y a la vez ya fue. Ídolos, conceptos e imágenes que se superponen de forma continua porque, ahora, ya solo somos eso. Imágenes.

Anima Mundi: Pietà (1983), Marina Abramović. Fotografía © Marina Abramović

NOTAS AL PIE

[1] Pieta (1985), David LaChapelle.

Negativo pintado a mano – Impresión en pigmento ©David LaChapelle.

[2] Anima Mundi: Pietà (1983), Marina Abramović.

Fotografía © Marina Abramović.

[3] La montaña sagrada (The Holy Mountain), 1973, Alejandro Jodorowsky.

[4] Pietá (1498-1499), Michelangelo Buonarrotti.

Grupo escultórico. 

[5] Pietá Rondanini (1552–1564), Michelangelo Buonarrotti.

Grupo escultórico. 

[6] Isis amamantando a Horus, autor desconocido. Periodo Tardío (época grecorromana), siglo I a.C.

Escultura.

[7] Piedad (1950-1960), Jorge Oteiza.

Grupo escultórico (Santuario de Arantzazu).

 

FOTO CABECERA: fotograma perteneciente a La montaña sagrada (The Holy Mountain), 1973, Alejandro Jodorowsky.

 

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