La naturaleza humana es una fuente inagotable de inspiración. Desde los albores del arte, el alma del individuo —con sus pasiones, miedos, desventuras, virtudes y contradicciones— ha sido un motor perpetuo de creación. La pintura, como forma visual de expresión, ha encontrado en el ser humano no solo un sujeto físico de representación, sino un terreno fértil para narrar los colores de lo invisible: deseo, conflicto, duda, amor, negrura, muerte.
Con una clarividencia sagaz, la artista Mai Blanco (Asturias, 1982) recoge este legado pictórico, a través del cual estudia, experimenta y sigue las huellas —a veces indescifrables— de nuestra psique. Su obra no se limita a reproducir meras formas o atmósferas heredadas de su propia tradición visual, sino que las somete a un proceso de reformulación constante e infinito, donde simbolismo e intuición se funden en un pacto tácito y humanista. Blanco convierte el acto de pintar en una práctica de raigambre quasiarqueológica: socava en las capas profundas del imaginario colectivo y personal, extrayendo gestos, presencias, sombras o fragmentos que aluden a lo más íntimo del ser. En las composiciones de sus obras, la imagen se descompone y fragmenta, para volver a surgir como un interrogante abierto y desnudo, como un eco dormido y callado. Aquí, este legado tomado se convierte en una lengua viva y fértil, capaz de explorar los recovecos de la mente y su memoria, los impulsos y pulsiones de nuestra propia percepción.


Técnicamente, la pintura de Blanco es luminista, académicamente pegajosa, con ecos del siglo XX, que impulsa desde una narrativa ampliamente figurativa: «Me considero una pintora bastante clásica, al menos técnicamente. Mi pincelada es bastante impresionista. Monet, por ejemplo fue un gran precursor de la abstracción, y a mí esa frontera entre abstracción y figuración me parece muy interesante. Su manejo del ritmo y la luz era sublime, era capaz de crear bellísimas sinfonías cromáticas. Era un pintor que, a mi juicio, logra hacerte conectar con algo más elevado y trascendente que la pintura misma. En cuanto a la línea y al trazo, me siento muy atraída por las líneas sinuosas y sensuales de algunos artistas del Barroco, como Rubens. La influencia del expresionismo o neoexpresionismo, tiene más que ver con la intención que con la forma. Mi temática es mucho más contemporánea y comparto con los artistas de estos periodos esa mirada subjetiva, instintiva y espontánea que trabaja en gran medida desde el inconsciente y la mirada interior. En este sentido me han influido muchísimo y me influyen artistas como Kees Van Donguen, Picasso, Willem de Kooning, Francesco Clemente, María Lassnig… Pero, también artistas de periodos más recientes, como Alice Neel, Paula Rego, Chantall Jofee o Cecily Brown[1]».
Para la artista asturiana, el proceso no es una etapa previa y anodina al resultado: es el núcleo mismo de la obra[2]. En su práctica pictórica, lo visible apenas alcanza a condensar una mínima parte de todo lo que acontece durante ese tránsito silencioso y arduo del crear. Cada trabajo es el residuo de una cadena casi ritual de decisiones —afrontadas, superadas, resistidas—, de tensiones internas y retornos oscuros al estudio. La artista asume la creación como una forma de resistencia íntima y pública, un pulso infinito entre límites y deseo de expansión. Esa conciencia de las propias restricciones (no solo de tiempo, sino también de medios y técnica) no opera como freno incapacitante, sino como punto de partida desde el cual ensanchar los márgenes de lo posible, ya que, las mejores obras nacen de ese pulso constante entre aceptación y lucha, disciplina y juego, dolor y gozo.
Este año, vuelve a presentar su trabajo en CAN Art Ibiza: «He de confesar que tengo un cariño especial por CAN Art. La primera edición de la feria fue en 2022, y la galería que me representaba entonces (Galería Alegría), presentó mi obra junto a algunas esculturas de Stephan Rinck. Gracias a aquello, volví a Ibiza en junio de 2024 para lo que sería mi primera exposición institucional en la Fundación La Nave Salinas, fue una experiencia maravillosa… CAN Art me abrió las puertas al mercado internacional, lo que supuso un antes y un después en mi carrera.»


Este año, además, expone —junto a otros artistas—en la feria con Nino Mier Gallery, galería que actualmente representa a la artista asturiana, tras su primer solo show[3] en Nueva York en abril de este mismo año[4]. A este respecto, Blanco nos cuenta: «Nino tiene una visión abierta y valiente, siempre me ha alentado a ser libre como artista, a no tener miedo de explorar la sombra. Siento que pone mi trabajo en valor, y así me lo demuestra, pero a la vez es muy claro y honesto cuando hay que decir las cosas. Todas esas cualidades son oro».
Las piezas que presenta en esta edición de CAN Art Ibiza —pequeños formatos de pinturas y dibujos insuflados de delicadeza e intensidad emocional— condensan esa conversación distante practicada entre belleza, intimidad, universalidad y herida que define su práctica artística. En ellas, la sutileza no es refugio naíf, sino estrategia frente a la rudeza de un mundo feroz y extenuado; un velo sutil y delicado que deja entrever la tristeza, la vergüenza, el miedo, sin ocultar la tensión que habita y atraviesa su propio trabajo. En ese aspecto, su obra encuentra en un lugar como Ibiza, el epítome del lujo desmedido y el turismo, pero también un campo abierto a lo salvajemente espiritual, un terreno fértil para desplegar las alas de su poética. Porque lo íntimo, en su caso, no es aislamiento, sino una vía profunda de conexión con la que atraviesa al espectador. Su pintura no busca respuestas sencillas u obvias, se mueve en ese temblor incesante de la ambigüedad de lo finito y el deseo. Y es en esa fricción —esa misma que recorre, no solo la isla, sino también el arte y la vida—, donde su obra se extienda y crece, sin renunciar a los dogmas de belleza y verdad.

NOTAS AL PIE
[1] En una conversación entre sirocomag y la artista.
[2] Blanco afirma: El proceso es todo.
[3] I Crave to be All.
[4] Mai Blanco nos cuenta, además, que las obras que expone en CAN Art Ibiza y las de su primera exposición individual en Nino Mier Gallery las creó en paralelo.