Hay artistas cuya obra nos alcanza en la madurez de nuestro sentido crítico, artistas que llegan a nosotros de forma paulatina, que van haciendo mella en nosotros, desafiando enamoramientos pasajeros…
La galería Herrero de Tejada, Madrid acoge hasta el 7 de junio la exposición “La habitación Cerrada” un dúo show de los artistas Miguel Angel Erbá y Laia García, que gira en torno a la creación de un espacio onírico y surrealista, donde ambos artistas exploran los límites entre la realidad y el sueño.


La pintura de Miguel Ángel Erba pertenece a esa categoría incómoda e indispensable que rehúye clasificaciones y, sin embargo, nos interpela desde un lugar primigenio de la memoria visual.
Sus figuras emergen de la niebla cromática como espectros de un Cézanne que hubieran perdido el rumbo en algún bosque metafísico, entre formas que se descomponen y recomponen entre dimensiones.
Lo más impresionante de Erba siempre ha sido su cualidad de incertidumbre calculada, la frescura de lo perfecto imperfecto, de dar forma a la no forma, que sin ser perfecta…la hace perfecta.
Ahora en esta etapa que se asiente sobre los pilares del estudio, vemos una obra reposada en la reflexión, en donde la madurez se presenta a través de las distopías anamórficas que construye; término perfecto para describir ese universo deformado pero coherente en su propia lógica interna, una dimensión paralela en donde convierte los relatos antiguos en nuevas narrativas visuales.
Tal vez repitamos incansablemente estas palabras, pero en la repetición es donde todo cobra sentido: lo brillante de capturar la esencia del arte, se esconde a veces en las metáforas que hacen que nuestro entendimiento comprenda lo intangible.
“La pintura como habitación cerrada: un lugar donde se suspenden las leyes del afuera. Donde nada se nombra del todo. Donde no se trata de entender, sino de habitar.”
María García Marqués.


En este dúo show habla de la realidad inquietante, esa verdad “lynchiana” de espacios liminales que te atraen y perturban, que te atrapan.
Las figuras que pueblan las pinturas de Laia García oscilan entre la belleza inquietante y la tensión psicológica. A menudo fragmentarias, híbridas o apenas humanas, sus formas se desarrollan en paisajes escasos, densos y perturbadores, encajonadas por los límites del lienzo como si estuvieran atrapadas en un espacio interior que es tanto físico como mental. Estas escenas cargadas de ambigüedad emocional presentan el gran tablero de ajedrez del subsconsciente.
En su obra vemos la tradición pictórica clásica y los lenguajes visuales contemporáneos. Laia García despliega un universo simbólico que juega con la identidad y la percepción. Un estilo cargado de ironía y ambigüedad que subvierte las convenciones del cuerpo, sus figuras presentan extremidades distorsionadas, gestos contenidos y rostros ocultos como si se resistieran a ser plenamente vistas.
Sus composiciones recuerdan esos sueños densos donde algo está a punto de suceder, pero nunca termina de revelarse. Lejos de ofrecer respuestas, sus obras buscan descolocar: nos desestabiliza, nos ilustra y nos interroga.
“La figura que aparece en estas pinturas no es reconocible, no representa a alguien . Se presentan como una alteridad. Como un fragmento de sí mismo. Como desdoblamiento, que desafían nuestra noción de identidad. Quizás una proyección del espectador mismo. ¿Quién es ese otro que soy yo?”
María García Marqués.
“La habitación Cerrada” otorga silencio ante la apresurada vida. Suspende el tiempo desde la reflexión de su pintura y nos da las pautas de la verdad reflexiva, aquella que no debemos olvidar cuando la vida parece querer pasarnos por encima.
Un sueño me visitó.
Entra.
Cierra la puerta.
María García Marqués.
