Paisajes efímeros del sol tiene como núcleo conceptual el desplazamiento. Esta exhibición -en Casa Árabe de Madrid hasta el 15.09- y comisariada por Irene Díaz y Analía Iglesias se nutre del espacio semántico que aporta la idea de "movimiento" para traerlo a un escenario diferente. Huidas apresuradas, migraciones, naturaleza cambiante, fugas representadas por una serie de artistas de África y Oriente Medio que capturan una realidad en constante metamorfosis
Todo lo que nos rodea está en continuo movimiento. La arena, el agua, las inquebrantables fronteras, los oasis. De hecho, M’hammed Kilito ilustra en Before it’s gone[1] que ya no hay lugar para los oasis en la parte sur de Marruecos: la traslación definitiva. Este hecho es la consecuencia del avance de la desertificación y los cambios en las prácticas agrícolas, acontecimientos que ocurrían en paralelo a un éxodo rural continuado[2]. Ese éxodo es fundamental para comprender los oasis, y la desaparición de ellos. En Carne y piedra (1997), Richard Sennett nos habla -entre otras cuestiones- del concepto de los cuerpos en movimiento. En esta obra, Sennett reflexiona desde la circulación en el cuerpo[3], hasta la teorización de una Nueva York, moderna y multicultural, repleta de gente desarraigada, pasando por los distintos desafíos que los cuerpos en movimiento (tanto individuales como colectivos) plantean con respecto a la formación de las urbes. La idea de la libertad prometida a un individuo en movimiento[4], aunque vista desde otro prisma conceptual, impregna parte de la esencia los movimientos migratorios del siglo XX y XXI y, especialmente, los desplazamientos -forzados o no- de países políticamente convulsos.
Una Susan Sontag certera y juiciosa nos advierte en Ante el dolor de los demás (2003): Las fotografías de lo atroz ilustran y también corroboran. Sontag sentencia nuestra anestesia ante el sufrimiento ajeno. Sin embargo, una parte importante de este dolor es, a menudo, capturado por sociedades externas a ellas mismas, que reflejan una realidad, que en ocasiones, forma parte de un canon orientalista (¿acaso la otredad cultural teorizada por Edward Said?), alejado de lo real. Capturar esos cuerpos en movimiento desde una mirada propia y honesta ilustra y también corrobora. El despliegue de talento íntegro, ríos de tinta, pasión, honor y gloria se da en la actual exhibición que puebla una de las salas de Casa Árabe de Madrid: Paisajes efímeros del sol, comisariada por Irene Díaz y Analía Iglesias. Exposición que se vertebra en torno a un grupo de artistas de África y Oriente Medio nacidos en las décadas de los 80 y 90 del siglo XX: Roger Anis, M’hammed Kilito, Salih Basheer, Imane Djamil, Ebti Nabag, Yumna Al Arashi, Tanya Habjouqa, Abdallah Al Khatib y Leila Chaïbi.
Artistas desplazados
Todos estos artistas tratan, desde diversas perspectivas, la idea de desplazamiento en su creación: desde las migraciones, o las persecuciones y los encierros, pero también de las transiciones que opera el tiempo en las sociedades y los individuos. Si atendemos al texto curatorial, vemos como el concepto expandido del movimiento lo inunda -y deshace- todo: En las sociedades árabes, todo es movimiento, aunque, en ocasiones, los espejos permanezcan inmóviles. En la espera, hay quien está habituado a lo fugaz; a la destrucción y la reconstrucción; al juego de damas en una mesa improvisada en la medina; al renacer de cada día en un puesto del zoco, colocando de nuevo a la venta los objetos que cada noche se resguardan. Porque la calle también es un paisaje de arquitecturas efímeras. Y saber que nada es eterno forma parte del conocimiento.
Las propuestas presentadas por los nueve artistas -fotografías o trabajos audiovisuales- están divididas en cuatro universos conceptuales. La Naturaleza en fuga inicia el discurso, con la mencionada propuesta de M’hammed Kilito y Roger Anis, con los (no) oasis del Magreb y el inflexible Nilo, donde se aprecia el implacable avance deshumanizador de la ambiciosa industria. La muestra continúa con Éxodos y las fotografías de Salih Badheer e Imane Djamil. Ambos capturan, de algún modo, idas y venidas, escapes, desembarcos y otros modos de cambiar de tierra, buscando espacios seguros y tierras firmes, como describe Djamil en Slow Days in the Fortunate Isle[5]. A estas obras, les sigue el apartado temático de La vida en círculos con las poderosas imágenes de Ebti Nabag y Abdallah Al Khatib, que trabajan desde una mirada comprometida y certera, retratando a las damas del té en Khartoum o a los “los ciudadanos de un campo de refugiados palestinos sitiado por conflictos ajenos que no encuentran salidas”. Cerrando el proyecto se encuentra Mutaciones a partir de las obras de Tanya Habjouqa, Yumna Al-Arashi y Leila Chaibi, con las que atisbamos un cambio de paradigma, aquel que se halla fijo, sistémico e inmóvil y al que desafían las instantáneas de Occupied Series de Habjouqa.
Paisajes efímeros del sol conversa con el espectador desde una temporalidad suspendida, casi ausente, dando lugar a una cronología propia, fractal, que, como el agua de los oasis, sigue su cauce infinito. El moto perpetuo de esta muestra recoge la vida de los artistas y las sociedades a las que estos representan.
Retomando a Edward Said en Between worlds (1998): parte de la moral hoy es no sentirse a gusto en el propio hogar[6]. Como individuos colectivos, nuestra existencia discurre por el cauce que horada el entorno social que, en parte, nos define. Como gotas de agua, ¿dónde acaba nuestro contorno y dónde empieza el del caudal al que pertenecemos? ¿Existen límites entre nuestra inercia y la del Todo?
Paisajes efímeros del sol.
NOTAS AL PIE
[1] Trabajo que forma parte de la exposición Paisajes efímeros del sol, en la sección Naturaleza en fuga.
[2] Palabras de Analía Iglesias -comisaria de la muestra- en el artículo El oasis marroquí acorralado, entre la falta de agua y el éxodo rural publicado en el diario digital El País.
[3] Basándose en las investigaciones de William Harvey.
[4] Apartado Cuerpos en movimiento de la obra anteriormente mencionada, Carne y piedra.
[5] Proyecto fotográfico que se expone aquí de manera inédita.
[6] Contextualizando esta afirmación: La casa pertenece al pasado… La mejor actitud al respecto, en estas circunstancias, sigue siendo la no comprometida, mantenerse al margen: llevar una vida privada, en la medida en que el orden social y las necesidades propias no tolerarán otra cosa, pero sin conferirle importancia como algo socialmente sustancial e individualmente apropiado. «Parte de mi buena suerte es incluso no ser propietario de una casa», escribió Nietzsche en La gaya ciencia. Hoy deberíamos agregar: parte de la moral es no sentirse a gusto en el propio hogar.
Fotografía cabecera: Tea Ladies of Sudan (2018-2024), Ebti Nabag. Cortesía de Casa Árabe.