Sergio Sancho (Madrid, 1978) es fundador y director de UVNT Art Fair —que este año, cumple ya 10 años— y de CAN Art Ibiza, una propuesta fresca y curada que desde la isla de Ibiza apuesta por una experiencia más sensorial y cercana en torno al arte contemporáneo. Con una trayectoria profesional que transita entre la publicidad, el arte urbano y la producción cultural, Sancho y su equipo han logrado crear dos proyectos con identidades propias que, sin embargo, comparten una misma vocación común: hacer del arte un espacio accesible, vivo y conectado con su propio tiempo. Hablamos con una de las figuras clave sobre la renovación del ecosistema de las ferias de arte españolas.

Sirocomag: Empecemos por el principio. ¿Qué sucede en tu carrera para evolucionar desde una agencia de publicidad hasta enfocarte en el arte contemporáneo y crear URVNT y después, CAN Art Ibiza?
Sergio Sancho: Siempre digo que las cosas están mucho más interconectadas de lo que creemos, ¿no? Yo siempre sentí que no estaba en el lugar que me correspondía. Caí en Publicidad, pero en realidad venía de Empresariales, con una trayectoria más enfocada al marketing, más orientada al cliente que a la agencia. Cuando llegué a una agencia, ni siquiera sabía bien lo que era (ríe). Pero, una vez dentro, me di cuenta de que conectaba conmigo.
En la agencia en la que trabajaba teníamos mucha vinculación con patrocinios culturales. Llevábamos festivales, hacíamos mucho “marketing de guerrilla”, trabajábamos con actores… Y todo eso, de alguna forma, estaba muy ligado a inquietudes que yo ya tenía, aunque no fuera del todo consciente. Siempre trabajamos con una parte muy artística y artesanal: ilustradores, gráficas que producíamos, mucho contacto con artistas…
De hecho, empiezo a vincularme con el arte cuando entro en La Despensa. Compartíamos espacio, en la calle Albasanz, con una galería de arte. Y ahí pasan dos cosas: conozco a la que hoy es mi mujer —uno de sus hermanos es artista— y empiezo a ir a ARCO con ella. A partir de ahí hago mis primeros contactos y compro mi primera obra de arte, precisamente gracias a esa convivencia con la galería. Pero todo esto ocurre de una forma muy orgánica.
Recuerdo especialmente una exposición de Julio Falagán. Me impactó muchísimo: trabajaba con restos de tela, escenas de caza que intervenía con robots, escenas surrealistas… Me abrió la cabeza. Ahí entendí que había una línea de arte, muy vinculada a códigos más pop y publicitarios, con la que yo conectaba profundamente y que hasta entonces no había explorado. Y fue precisamente eso lo que me acercó al mundo del arte. De otra manera, quizá no habría entrado.
Cuando vas profundizando en el arte, desarrollas una mirada más crítica, una capacidad conceptual mucho mayor. Pero yo siempre insisto en una cosa: si realmente queremos que más gente se acerque al arte, especialmente los jóvenes, tenemos que conectar con sus códigos. Si no lo hacemos, el arte se queda en un espacio elitista, desconectado del día a día. Y eso es un problema.
Ahí es donde yo siempre he querido dar la batalla: trabajar para que las nuevas generaciones se interesen por el arte, para que descubran artistas con los que puedan identificarse y, como me pasó a mí, comiencen una educación visual, una evolución de la mirada que les permita valorar propuestas más complejas. Hoy entro en el Prado y lo veo desde un lugar muy distinto al de hace veinte o veinticinco años.
Nuestros proyectos siempre han querido generar esa conexión con la gente. Cuando empecé a meterme más en este mundo, comencé a coleccionar y a darme cuenta de que hay una parte del arte que permanece de espaldas al público. Nadie se ha preocupado de mostrársela. Ahí es cuando surge la idea de Urvanity: una feria más fresca, más accesible, pensada para un público joven. También muy vinculada a lo underground, a lo urbano, a mis propios gustos. Muchos de estos artistas encontraban en la calle su espacio de expresión, y me interesaba cómo eso luego se podía trasladar a una galería.
Esa evolución me lleva a crear un segundo proyecto en Ibiza. Al principio me plantearon replicar Urvanity allí, pero me di cuenta de que no tenía sentido. Tenía que responder a mi propia evolución. Podía partir de un ADN similar, pero necesitaba transformarse, adaptarse.
Cuando arranco con CAN, llego con un bagaje que me permite preguntarme: “¿Ahora qué quiero?”. Y quiero una selección más curada, por eso incorporo a un comisario. Quiero atraer galerías más internacionales, lanzar propuestas más arriesgadas… Todo eso hace que el proyecto evolucione hacia un lugar distinto, pero coherente con su origen. Y ese enfoque más maduro, más elaborado, también está impregnando a Urvanity. De hecho, vemos que la feria de Madrid cada vez tiene más nivel y se está generando un trasvase muy interesante entre ambos proyectos, una retroalimentación constante.
SM: También vemos que lo interesante aquí es que has tenido una evolución parecida a la que puede tener el público, ¿no? Esa curiosidad inicial, ese ir abriendo puertas…
SS: Exacto, así es.
SM: Además, habéis conseguido crear dos proyectos con identidades tan distintas que, si no sabes quién está detrás, no se diría que vienen del mismo equipo. Entiendo que también es clave el contexto de cada feria, ¿no?
SS: Sí, totalmente. Creo que en estos últimos diez años ha habido una evolución en el mercado del arte en España, y de alguna manera nosotros también hemos contribuido a eso: a desarrollar galerías, proyectos, artistas… Había galerías que no miraban hacia ciertos perfiles y ahora han empezado a trabajar con otro tipo de artistas.
SM: Claro, se han generado sinergias entre galerías, ampliando la mirada y alejándose de lo puramente local, ¿no?
SS: Exacto.
SM: Centrándonos en CAN: ¿por qué elegís a Saša Bogojev como comisario?
SS: Para mí, Saša siempre ha sido un referente. Era el redactor para Europa de la revista Juxtapoz, que curiosamente ha hecho una evolución parecida a la nuestra. Empezó muy vinculada al arte urbano, al mundo del skate —del que yo también vengo— y ha ido virando hacia una línea más curada, más de galerías figurativas. Saša está muy conectado con los artistas y galerías que a mí me interesan. Así que cuando empecé a pensar en quién podía comisariar CAN, vi claro que él era la persona adecuada. Y la verdad, ha hecho un trabajo increíble.
SM: ¿La selección de artistas y galerías la hacéis conjuntamente o es tarea exclusiva de él?
SS: El proceso lo lidera él, pero con mucha conversación. Saša hace una primera propuesta: a veces elige galerías por su programa, otras veces parte del artista. Si hay un artista que le interesa mucho, investiga qué galería lo representa. Y desde ahí vamos configurando: qué queremos mostrar ese año, qué creemos que debe estar presente… y comenzamos a invitar a las galerías.
SM: ¿Y el contexto geográfico de Ibiza modifica esa selección?
SS: A ver, Saša tiene una mirada muy centrada en cierta figuración, a veces más oscura, más centroeuropea, alemana incluso. Pero claro, ese tipo de obra que puede funcionar muy bien en un salón en Berlín en diciembre, quizás no encaja igual en una casa en Ibiza en pleno verano. No elegimos solo por eso, pero sí que hay artistas cuya obra conecta especialmente con la isla, con su energía, su luz… Y cuando hablas con ellos o sus galerías, muchas veces te dicen: “es que tengo una conexión fuerte con Ibiza”. Por eso, por ejemplo, este año hemos abierto una sección de design, que creo que tiene todo el sentido en este contexto: hablar de la tradición artesanal de la isla, de la cerámica, el textil, lo manual. Es una forma también de reivindicar todo eso que se está perdiendo.


SM: ¿Y cómo está calando la feria a nivel local? ¿El público es más internacional o más local?
SS: Para mí, Ibiza es una aldea global. Es impresionante. Hay gente de todo el mundo viviendo allí, y cada vez más. Y sí que notábamos que faltaba un proyecto así. Hay artistas, estudios, coleccionistas, pero estaba todo muy disperso, sin una estructura común.
SM: ¿Como muchas iniciativas independientes, sin conexión entre sí?
SS: Exacto. Mucha creatividad, pero poco orquestada. Al llegar con la feria, empezamos a tender lazos, como un pulpo, y CAN se ha convertido en una plataforma de visibilidad. Hemos lanzado una sección en la web que se llama CAN Local, para que quien tenga proyectos artísticos en la isla nos pueda escribir y los sumamos a nuestra agenda. Así damos visibilidad a iniciativas pequeñitas que, de otro modo, pasarían desapercibidas.
También hemos creado un PROGRAMA OFF con seis artistas baleares, distribuidos por toda la isla. Poco a poco vamos poniendo cimientos para que se cree una comunidad artística más conectada. Aún hay poca infraestructura, pero cada año notamos más organización, más interés, más participación. Y algo muy importante: estamos conectando con otras islas. Antes funcionaban muy separadas, y ahora ya tenemos vínculos con Palma, con el museo… Por eso este año lanzamos una campaña con un guiño al plátano de Maurizio Cattelan, basándonos un poco en el lema “somos la feria balear”, para reforzar esa idea de conexión.
SM: Estáis ayudando a tejer una red muy valiosa a través del arte, uniendo islas que hasta ahora trabajaban por separado.
SS: Totalmente, esa es la idea.
SM: Como cabeza pensante de CAN, que quiere atraer un público diferente al de las ferias tradicionales, ¿cómo se convive con la idea del coleccionismo “elitista”?
SS: Yo creo que hay que romper con esa idea de que solo la gente mayor puede coleccionar. Está claro que hay que tener cierta estabilidad económica y tener las necesidades básicas cubiertas, pero muchas veces es una cuestión de prioridades. Yo empecé comprando obras financiadas por galerías. Creo que si quieres, puedes. Lo importante es venir, disfrutar, empezar a convivir con las obras. Yo ahora no puedo vivir con paredes vacías. El arte mejora mi día a día. Y eso puede empezar por una pequeña compra, que se convierte en una forma de vida. Por eso nuestras ferias buscan ser accesibles en lenguaje, en técnica… para que cualquiera pueda iniciarse sin miedo. Para mí, eso es lo contrario al elitismo. De hecho, queremos romper con la idea de que las ferias de arte son elitistas.


SM: Totalmente. Y además veo que trabajáis desde muchos frentes, también en la comunicación, para que se entienda que se puede ir a una feria aunque no compres, solo para vivir la experiencia.
SS: ¡Exacto! Esa es la clave. Y es importantísima.
SM: Y última pregunta: ¿próximos pasos?
SS: Cada vez veo todo más unido. Queremos consolidar ambos proyectos. En Madrid, Matadero nos está dando muchas oportunidades y vemos que se está generando algo potente. Este año además Urvanity cumple 10 años, así que va a ser muy especial. Y mantener Ibiza como esa joya boutique, más experiencial, más de comunidad. Ibiza es disfrutar el arte de otra forma: cenas, encuentros, playa… una feria más relajada, con luz natural, donde puedes compartir mesa con un artista o galerista. Queremos mantener ese espíritu, y al mismo tiempo seguir haciendo crecer la feria de Madrid.
SM: Enhorabuena por toda esa energía que estáis generando en torno a las ferias y por ese esfuerzo por acercar el arte a la vida cotidiana de la gente. Muchas gracias por tu tiempo.
SS: Un placer.