ÁNGELA JIMÉNEZ DURÁN/ CATERINA MIRALLES /HODEI HERREROS / NURIA LÓPEZ BLANCO /LARA ORDÓÑEZ/ IRENE MOLINA/ JUAN COUDER/ ADELA ANGULO PORTUGAL/ ARTA DELHARTE/ MAÏ DIALLO/ ANDY LUENGO/ ISABEL MERCHANTE/ LOLA ZOIDO/ NATALIA LÓPEZ DE LA OLIVA /ALEJANDRO MANZANO


Nunca es tarde si la dicha es buena. A escasos días de que haya concluido la exposición “Urdir convivencias” en Casa de Vacas de la galería Río & Meñaka, nos detenemos en ella el tiempo que merece.
Esta exposición colectiva, comisariada por Lucía Caballo[1], es un precioso ejercicio de entretejer las realidades contemporáneas desde la generación que la avala, desde los lenguajes y las experiencias vitales, desde ese lugar donde han coincidido todos y todas: desde los lugares que todavía no existen, pero ya anuncian su posibilidad.
Los artistas participantes son flexibles como el tiempo, hijos de esta era de acuario, preocupados por observar lo cotidiano y crear desde la esencia, en contraposición con la velocidad que devora los procesos y se ha apropiado de lo que significa ser artista en nuestros tiempos. Frente a la exposición inmediata y el reflejo distorsionado de los espejos digitales, que prometen visibilidad pero entregan vacío, estos artistas encarnan la resistencia. Su trabajo nos devuelve directamente a lo puro, a esa esencia de la creación que no necesita filtros ni algoritmos para existir.


Es precisamente esta búsqueda de lo esencial lo que hace que URDIR: CONVIVENCIAS esté lejos de ser una exposición al uso. En este espacio, continente y contenido establecen en sí mismos un manifiesto: una vanguardia unida por la colaboración, la práctica consciente y todo lo que existe antes de ser nombrado.
“ME PREGUNTO, SI MIRO LA OSCURIDAD CON UNA LUPA,
¿VERÍA ALGO MÁS QUE LA OSCURIDAD?”
Clarice Lispector

Esta pregunta de Lispector resuena en el texto y en cada obra que acompaña este encuentro. Observar a través de la lupa es algo más que hacer grandes las cosas; es pararse con atención sobre lo que habitualmente puede pasar
desapercibido. Es el proceso antes que la obra, es la conversación antes que la conclusión, es el cuidado antes que el producto.
Urdir es esto: tejer con hilos invisibles, con la materia de todo lo que conforma la inmensidad que portamos cada uno dentro, desde lo colectivo del compartir. Es reconocer que en cada artista habita un universo completo, y que cuando estos universos se encuentran y dialogan, se genera una constelación nueva, una forma de estar en el mundo que no existía antes del encuentro.
La exposición termina, pero la convivencia permanece.
NOTAS AL PIE
[1] Texto curatorial de Lucía Carballo:
Urdir: Convivencias
Desde hace tiempo, las comunidades artísticas jóvenes están tejiendo nuevas formas de creación y colaboración, habitando espacios compartidos donde el arte se convierte en un vehículo para la innovación, la transformación y el cambio social. Estas comunidades han encontrado en el convivir una herramienta poderosa para fortalecer sus prácticas y amplificar sus voces, impulsando entornos en los que las disciplinas dialogan y se potencian mutuamente.
La convivencia, en este caso, no solo es un medio práctico, sino una elección consciente que fomenta el apoyo mutuo y el intercambio de recursos, tanto materiales como inmateriales —conocimientos, estímulos, visibilidad—, generando un flujo de desarrollo compartido en el que aflora una dualidad entre lo íntimo y lo colectivo. En estos entornos, la intimidad se convierte en un punto de partida para la acción, y la observación se convierte en forma de contacto, de permanencia, de cuidado.
Clarice Lispector escribió: Me pregunto, si miro la oscuridad con una lupa, ¿vería algo más que la oscuridad?*
Continuando esta reflexión, uno debe preguntarse: ¿qué ocurre antes de que algo sea nombrado? ¿qué hay en ese espacio previo, cuando todo está aún por definirse, pero ya anuncia posibilidad? Urdir: Convivencias se sitúa justo ahí, en la latencia, en el inicio, en la primera mirada. Es una forma de contacto, de permanencia, de cuidado.
Observar como impulso, como una forma de activar, de abrir un proceso. Una manera de vincularse con lo que nos rodea que pone la atención en lo que no grita: una mota de polvo, una sombra, una pausa.
Ángela Jiménez Durán, Hodei Herreros, Lara Ordóñez, Nuria López Blanco, Adela Angulo Portugal, Caterina Miralles, Maï Diallo, Isabel Merchante, Lola Zoido, Andy Luego, Arta Delharte, Irene Molina, Juan Couder y Alejandro Manzano son 15 artistas jóvenes cuyas prácticas, diversas en forma y lenguaje, comparten una sensibilidad que parte de lo personal y se convierte en materia colectiva.
Un imaginario que alberga en la memoria y el archivo, lo doméstico, lo espiritual, el lenguaje o el territorio. Todos dialogan desde un mismo anhelo: observar, habitar y compartir lo que todavía no es.
Clarice Lispector, La pasión según G.H., trad. Alberto Villalba, Editorial Siruela, 2018, p. 19.