Lo radical, en ocasiones, nace de la ruptura más profunda. Hoy, la lectura de la radicalidad en clave contemporánea es ya un valor caduco, que no introduce ninguna novedad. Incorporar la radicalidad en los proyectos artísticos supone únicamente un valor obvio, vacío, ligado al concepto de originalidad. Sin embargo, un análisis más profundo permite entender que, con nuestra mirada actual, esa radicalidad no es más que una forma tradicional de enfrentarnos a un canon artístico. Un canon que cae por su propio peso, pues ha sido artificiosamente creado por la literatura en torno al arte y a su historiografía.
En esta línea, Radical! —exposición en el Lower Belvedere de Viena, uno de los espacios del Palacio Belvedere, que se podrá visitar hasta el 12 de octubre—[1] introduce un preámbulo: las artistas de las décadas de 1910 a 1950 en la corriente modernista. Se nutre de una posición de diálogo con el hegemónico y aplastante canon artístico. Un canon que favorecía la inclusión de artistas masculinos en el modernismo. Frente a ello, más de 60 mujeres de 20 países están presentes a través de obras de diversas disciplinas —pinturas, grabados, fotografías, películas, esculturas o piezas textiles—, con lenguajes y orígenes distintos, motivaciones dispares, pero unidas por su búsqueda de nuevas formas de expresión y representación.
Stephanie Auer, comisaria de la muestra, señala: La exposición muestra a mujeres artistas que defendieron sus propias convicciones —algo inusual en la época— y que se afirmaron en un orden social dominado por los hombres. Sus obras son actos de emancipación, testimonios de cambios en los roles de género. Estas mujeres reivindicaron el derecho a la autonomía corporal, hicieron visibles las injusticias sociales y protestaron contra el antisemitismo y el racismo. En la abstracción encontraron un lenguaje estético en el que el origen social o de género carece de importancia.
En este contexto conceptual, lo radical se convierte en un refugio de estabilidad: la radicalidad de estas artistas consistió en idear un espacio particular —una habitación propia— dentro de un mundo en el que estaban sistemáticamente excluidas. El desafío que emprendieron a las normas estético-sociales de sus contextos no se dirigía a la ruptura per se, como principio y fin, sino a abrir la posibilidad de afirmar un pensamiento más coherente y duradero sobre el arte y la sociedad en la que vivían. Judith Butler subraya que género e identidad no son entidades fijas, sino construcciones performativas sociales, consolidadas mediante la repetición de normas externas; al cuestionar y poner en entredicho estas normas, las artistas modernistas —algunas de la que forman parte de la muestra, como Gertrud Arndt, Benedetta, Romaine Brooks, Claude Cahun, Elizabeth Catlett, Sonia Delaunay, Inji Efflatoun, Alexandra Exter, Leonor Fini, Jacoba van Heemskerck van Beest, Hannah Höch, Erika Giovanna Klien, Katarzyna Kobro, Käthe Kollwitz, Lotte Laserstein, Tamara de Lempicka, Alice Lex-Nerlinger, Jeanne Mammen, Marlow Moss, Alice Neel, entre otras— desafiaron no solo los límites del arte y lo canónicamente establecido como “lo femenino”, sino que crearon nuevas formas de representación y existencia, estableciendo una tradición radical que es, pese a la paradoja, duradera.
La fuerza de las obras reside en su capacidad de hacer visibles cuerpos —identidades, realidades— que el canon tradicional condenaba a los márgenes invisibilizados. Lo que en su propio contexto fue transgresor, hoy se entiende como una vía de resistencia que construye referentes estables en el espacio-tiempo. Butler afirma que la subversión de las normas de género no destruye, sino que reconfigura los marcos de sentido e interpretación. De la misma forma, la radicalidad de estas artistas no borra la tradición: la reescribe desde los márgenes, estableciendo un legado que sigue materializándose.
La exposición Radical! del Lower Belvedere (Palacio Belvedere) vienés permite experimentar de manera tangible cómo lo radical puede convertirse en patrimonio cultural. Al recorrer las salas, percibimos la persistencia de un gesto desafiante e inaudito. Cada trabajo encarna y representa en sí mismo el acto performativo de esa autonomía apuntada por Butler, mostrando que los cuerpos y las identidades no son pasivos, sino que constituyen nuevas formas de existencia, de creatividad y de transformación social. Nuevas formas de ser y de estar en el mundo.
NOTAS AL PIE
[1] Proyecto conjunto del Museo Arnhem y el Saarlandmuseum – Moderne Galerie, Saarbrücken.