En la visión visceral y desconcertante del presente -un presente marcado por la violencia, el consumo y la parálisis existencial- el trabajo de Yann Leto (Burdeos, 1979) se cuela por una rendija angosta y oscura, reflexionando sobre el caos global en La posibilidad del mundo en la Galería Karen Huber en Ciudad de México [1]. En el imaginario apocalíptico y surrealista del artista francés, los personajes parecen estar atrapados en un bucle de inacción (e inanición), como observadores de una catástrofe mundial que se aproxima, pero no eclosiona. En cada una de sus piezas, Leto integra elementos de la pintura tradicional con una estética contemporánea de fuerte carga pop, ecos del art brut y lo underground, creando imágenes vibrantes y simbólicamente grotescas. En la serie de trabajos que forman el solo show -como The Activist o The Possibility of the World– somos testigos de cómo integra violencia y belleza con una áspera sensación de inmovilidad: sus protagonistas no parecen tener la capacidad de alterar el curso premonitorio del destino que les sobrevuela (un destino inexorable y fatal) sino que se escabullen en una naturaleza al borde de la extinción; la humanidad cae y se pierde en una rutina falaz de gestos y miradas vacuas.



La paradoja que envuelve el gesto dinámico-pictórico y la inmovilidad de los retratos presentes en la obra de Leto resuena en la sociedad del espectáculo teorizada por Guy Debord [2], que se desborda hasta convertirse en líquida [3]. La realidad y su experiencia directa ha sido sustituida por la imagen simulada, donde apariencia y espectáculo tejen nuestras relaciones psicosociales. La quietud de los individuos y paisajes presentes en la La posibilidad del mundo refleja una materialidad que se desmorona: consumo y espectáculo se funden en un solo hito, fundido con una paleta cromática saturada de colores vibrantes que no rivalizan con la desesperanza y el aullido nihilista. Los individuos ya son solo meros asistentes a un escenario postapocalíptico en constante metamorfosis. Esta inestabilidad -recogida por autores como Zygmunt Bauman o Jean Baudrillard [4]– desemboca inevitablemente en unas identidades fugaces e inestables: el ser humano se encuentra inmerso en la inmediatez vacía y repetitiva, volcado en productos de consumo que nos alienan, creando una existencia paralela que sustituye a lo verdadero.
La crítica a esta simulación de lo objetivo en La posibilidad del mundo va más allá de una simple exégesis sobre el apocalipsis; se trata de una reflexión sobre cómo, en la era del simulacro, la catástrofe ya solo puede convertirse en espectáculo y los individuos en simples consumidores de imágenes que refuerzan la pasividad, siendo incapaces de incitar(nos) a la acción. El universo que Leto crea, colmado de improntas intensas y de tonalidades luminosas, se revela como una pseudo celebración del fin del mundo, pero en lugar de ser un grito de alarma -por la destrucción inminente-, es una fiesta vacía del colapso, donde lo sublime y lo salvaje se convierte en un simple simulacro en sí mismo. La ironía subyacente en sus obras radica precisamente en esta incapacidad de sus figuras para responder al desorden que los rodea. El imaginario que construye es a la vez hiperreal y ajeno, diseñado para consumir nuestra atención sin alivio ni piedad como espectadores. Esta sensación de desconexión y disonancia óptico-emocional sintoniza con las ideas de Baudrillard sobre cómo la proliferación de elementos visuales ha dado paso a una realidad donde la distinción entre lo real y lo representado se ha desdibujado en una masa homogénea y gris. En los lienzos de Leto, la apoteosis que rezuma lo grotesco se disuelve en una estetización que no pretende transformar lo representado, sino solo presentarlo como un objeto de consumo más.


La posibilidad del mundo es una posición incómoda y mordaz sobre una sociedad contemporánea donde espectáculo y simulación reemplazan a la acción y el compromiso genuinos. Esta muestra no es solo un retrato de esa realidad en colapso sino un espejo distorsionado de nuestra incapacidad para actuar: ya solo somos testigos de nuestra propia extinción.
NOTAS AL PIE
[1] Y texto curatorial de Yes Escobar.
[2] En la obra homónima, escrita en 1967.
[3] Modernidad líquida (1999), de Zygmunt Bauman.
[4] En trabajos teóricos como Simulacros y simulación (1981).