Actualmente, la expresividad matérica se diluye en una uniformidad evidente. En esta laguna, el trabajo de Samuel Almansa (El Arenal, Mallorca, 1995) aparece como una llamada de atención. Con una obra donde gesto, contrastes y autobiografía se funden en instalaciones cuya narrativa reside en una aparente sensibilidad superficial.
Heavy Little Things es el proyecto que presenta este año en el programa OFF de CAN Art Ibiza. Una instalación escultórica (de pinturas metálicas) en Hotel Blanco de Formentera inserto en la poética de su práctica: ternura, el elemento lúdico y lo estructuralmente pesado. Piezas de hierro ancladas por su propio peso, pero que remiten a algo netamente humorístico, casi travieso.
Conversamos con Samuel Almansa sobre su trayectoria, la determinación de los contextos o su participación en CAN Art Ibiza.

sirocomag: Tu obra tiene una fuerte carga expresiva. ¿Podrías hablarnos de Heavy Little Things, en relación al programa OFF de CAN Art y cómo dialoga con ese espíritu de la feria?
Samuel Almansa: Sí, totalmente. Heavy Little Things está muy en la línea de lo que propone el OFF: piezas que no encajan del todo en lo institucional, que tienen algo más crudo, más directo o incluso incómodo. En mi caso, son esculturas que parecen inofensivas, pero que pesan. Y no solo físicamente, sino en cómo se plantan en el espacio. Funcionan por contraste, y creo que eso dialoga bien con un programa que justamente busca abrir otras formas de hacer, mostrar y mirar arte.
SM: Creciste en Palma, pero estudiaste en Cuenca. ¿Hay una conexión entre el lugar y tu forma de crear o mostrar arte?
SA: Mallorca es mi casa y donde quiero vivir, y Cuenca siempre será donde yo cambié. No sé si para bien o para mal, pero recuerdo aquella época con muchísimo amor y aún pienso mucho en ella. Amo Palma, pero yo no soy de la ciudad: vivo en Ses Cadenes y hago mi vida en Es Pil·larí, muy cerquita entre ellas. Muchísimos factores han afectado a mi crecimiento artístico, pero uno de los más importantes ha sido formar parte de diferentes colectivos y entender que un artista no es ni más ni menos especial que un camarero, una arquitecta o un herrero. Estar rodeado de talleres, mecánicos, y tener un enfoque del trabajo como medio me marcó más de lo que pensaba. Y, Cuenca era todo lo contrario: una época de aprender, de probar y disfrutar y, de forma distinta pero con el mismo sentido, formar parte de grupos de amigos, colectivos, el frío, el aislamiento… Con una universidad que, más que darme libertad, me enseñó a tenerla. Para mí, profesores como Ana Navarrete o Armando Montesinos fueron referentes reales en cuanto a cómo pensar el arte, cómo crear y, sobre todo, cómo producir. Así que sí, yo diría que eso se nota en cómo produzco y en cómo muestro.
SM: Más allá de la estética, en tus obras se perciben influencias del arte urbano más gestual, además de influencias de otras disciplinas. ¿Cómo defines tu lenguaje visual hoy?
SA: No tengo una definición cerrada. Me gusta que las formas tengan cuerpo, que parezcan a punto de hacer algo, aunque estén quietas. Es algo así como que esos objetos son inquietos. Pero al final es un lenguaje hecho de mezclas raras y decisiones intuitivas. No trabajo desde una estética cerrada, sino desde la actitud con la que hago y con la que me siento productivo.



SM: ¿Cuál es tu proceso creativo habitual? ¿Trabajas por series, por impulsos, por conceptos?
SA: Un poco por impulso, pero siempre hay una idea detrás. No me siento a pensar una serie, pero de repente me doy cuenta de que llevo semanas dibujando el mismo tipo de personaje o gesto, y entonces empiezo a desarrollarlo. A veces es por una emoción, a veces por una imagen. Y cuando llega la parte material, todo cambia. La forma se transforma cuando —en este caso— paso al hierro, al volumen o al color. El concepto se sostiene, pero el cuerpo manda. Además, muchas veces, cuando me siento estancado o veo que empiezo a procrastinar, es porque me doy cuenta de que tengo que pintar antes de pensar. En el proceso es donde me encuentro siempre. Forzar la pintura —a no ser que ese sea el objetivo—, en mi caso, es un error.
SM: ¿Qué papel juega lo autobiográfico en tu obra?
SA: Mucho, aunque no siempre se note. Las formas que uso, los gestos, los personajes… muchas veces vienen de cosas muy personales: recuerdos de chico, enfados, juegos… La más obvia son las figuritas de Lladró de mi madre, las que tiene en casa. A veces es algo que vi hacer a alguien de mi círculo, o una sensación que tengo. No me interesa lo autobiográfico como narrativa literal, sino como energía que está detrás de la forma. Es algo así como que, por muy aislado que intentes estar de ti mismo, o por mucho que intentes que lo personal no influya en lo que haces, sigue pasando. Hablo de mí, pero creo que eso pasa en cualquier profesión.
SM: ¿Qué retos sientes que enfrentas como artista joven en este momento de tu carrera?
SA: Ahora mismo, sobrevivir. Hay veces en las que no se entiende el tiempo que se tarda en producir, por ejemplo. Hay mucha presión por producir rápido, por encajar en ciertos circuitos, por tener presencia. Y eso a veces va en contra del tipo de obra que uno quiere hacer. El consumo rápido de las obras muchas veces te obliga a no poder parar, y eso es muy difícil de gestionar. Por ejemplo, yo sé que cuando estoy un tiempo sin publicar o enseñar nada, pierdo visibilidad, y eso es una presión añadida a la hora de crear. Para mí, el reto está en seguir siendo honesto con lo que hago, aunque a veces el hecho de tener que trabajar de otra cosa —en mi caso como cámara o director creativo—, o el no poder dedicar todo el tiempo a la pintura, o la precariedad económica que muchas veces implica estar en el circuito artístico, y eso no siempre te permite materializar todo lo que tienes en la cabeza. Pero supongo que eso también tiene algo bueno: las dificultades agudizan el ingenio, y el saber que no tienes balas infinitas te ayuda a elegir bien lo que quieres hacer. A nivel expositivo, estoy preparando dos solo shows internacionales en Dubai y Corea del Sur que muy pronto serán anunciados, y está previsto exponer en varias colectivas también en Londres y Viena. Y eso, para un chaval normal y corriente —como me considero yo—, es flipante.
