Horacio Quiroz

Conversamos con el artista Horacio Quiroz (Ciudad de México, 1981).

En la obra del artista mexicano Horacio Quiroz (Ciudad de México, 1981) los cuerpos se expanden, se fragmentan (en ocasiones, se deforman) y se metamorfosean en un territorio híbrido convulso, donde el onirismo convive sin fronteras con la realidad material. Su pintura, cargada de hondas tensiones simbólicas, explora los límites de la identidad, la fluidez de esta, la piel como superficie que muta sin cesar y la vulnerabilidad de lo humano en un diálogo continuo con el terreno espiritual. Conversamos con el artista sobre el cuerpo, sus fragilidades o la propia pulsión de su práctica artística en relación con otras disciplinas, entre otras cuestiones, coincidiendo con su próximo solo show en la galería Yusto/GinerEl peso de lo inmaterial, curado por Victoria Rivers

sirocomag: Tu trabajo explora la anatomía humana desde la fragmentación y la ambigüedad. ¿Qué papel juega la vulnerabilidad —que, en ocasiones, entraña lo corpóreo— en tu proceso creativo?

Horacio Quiroz: La vulnerabilidad es un eje fundamental en mi proceso. Entiendo el cuerpo como un territorio frágil y expuesto, atravesado por fuerzas que lo exceden —históricas, sociales, cósmicas— y que inevitablemente lo fragmentan. En mis pinturas, esa vulnerabilidad no es un defecto a ocultar, sino un lugar fértil de creación: las fisuras, las grietas y las ruinas corporales se convierten en materia para reconfigurar nuevas anatomías.

Trabajo con cuerpos que se sostienen desde lo quebrado, ensamblados como escombros que buscan reorganizarse. Esa condición de inestabilidad revela tanto la precariedad de lo humano como su potencia transformadora. La vulnerabilidad, entonces, no solo señala el límite de lo corpóreo, sino también la posibilidad de habitar lo incierto, de aceptar lo ambiguo y de proponer paradigmas distintos desde la fragilidad misma.
“No vemos las cosas como son, las vemos como somos.”, Anaïs Nin (2025). HORACIO QUIROZ. Óleo sobre tela (díptico). Fotografía cortesía del artista.
Retrato del artista por Julio Muñoz. Cortesía del fotógrafo y el artista.

SM: Por la temática y la propia formalidad de sus protagonistas, tus piezas pueden generar cierta incomodidad visual en el espectador. ¿Esta motivación es deliberada? ¿Buscas, en parte, confrontar los límites del público o responde a una motivación más experimental?

H.Q.: La incomodidad visual es una consecuencia inevitable, pero no un fin en sí mismo. Más que buscar el shock o la confrontación directa, me interesa trabajar en un umbral donde lo familiar y lo extraño se entrelazan. Mis figuras —construidas a partir de volúmenes pétreos, ruinas y ensamblajes fragmentarios— operan en una zona ambigua donde la anatomía humana se reconoce y, al mismo tiempo, se desestabiliza. Esa tensión genera un extrañamiento que descoloca al espectador, obligándolo a reconsiderar la relación que sostiene con su propio cuerpo y con los imaginarios que culturalmente lo definen. La motivación es, en ese sentido, más experimental: se trata de explorar los límites de la representación anatómica, de desplazar los cánones heredados y abrir un espacio donde la corporalidad pueda pensarse como una construcción en constante reconfiguración. Si la incomodidad aparece, es porque toca fibras sensibles que revelan lo que preferimos no mirar, pero que sin embargo nos constituye.

SM: En tu práctica artística podemos observar huellas de otras disciplinas, ¿cómo dialoga tu obra con ellas?

H.Q.: Mi práctica artística está atravesada por un diálogo constante con disciplinas que me han permitido explorar el cuerpo desde distintas dimensiones: física, psíquica y energética. El yoga, la terapia Gestalt, el psicoanálisis o la experiencia somática me han enseñado a percibir el cuerpo no como un objeto fijo, sino como un proceso vivo, vulnerable y en transformación. Ese entendimiento se traduce en mis pinturas, donde las anatomías aparecen como ensamblajes fragmentarios que condensan memoria, tensión y posibilidad.

La respiración, el peso, la energía contenida en los músculos o en la piel, incluso las huellas de trauma y reparación, son nociones que emergen directamente de esas prácticas. En el lienzo, estos elementos se convierten en estructuras líticas que buscan dar forma a lo intangible: la vibración interna, la sensación de habitar un cuerpo y su inevitable condición de fragilidad. Mi trabajo, entonces, no representa el cuerpo de manera literal, sino que traduce en imágenes esa experiencia acumulada de años de exploración somática, donde el cuerpo es a la vez herida y vehículo, ruina y posibilidad de recomposición.

SM: ¿Qué proyectos están en tu horizonte?

H.Q.: Creo que siempre existen proyectos futuros, pero me interesa habitar el presente sin aferrarme a expectativas concretas. Mi trabajo se construye desde la fragilidad y la ambigüedad, y en ese mismo sentido concibo mi trayectoria: como un proceso abierto, donde lo importante es seguir creando, sosteniendo la práctica y estar disponible cuando las oportunidades se crucen en el camino. Para mí, lo esencial es permanecer en ese estado de disponibilidad y escucha, donde el trabajo mismo dicta el rumbo. Los proyectos llegarán, pero lo fundamental es sostener la energía creativa que los hará posibles.

“El cuerpo recuerda lo que la mente olvida.”, Jacob Levy Moreno (2025). HORACIO QUIROZ. Óleo sobre tela. Fotografía cortesía del artista.
“Para poder realmente atravesar el trauma, tenemos que hacerlo en el cuerpo.”, Peter Levine (2025). HORACIO QUIROZ. Óleo sobre tela. Fotografía cortesía del artista.

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