Reflexionamos sobre "El Guateque", la propuesta de Carlos Pesudo (Castellón, 1992) para la galería Yusto/Giner de Madrid en una conversación con el propio artista. Un guateque, una fiesta, un encuentro entre desconocidos que enciende fuegos fatuos y conquista el espacio-tiempo (al menos, durante unas horas), transportándonos a la tragicomedia espiritual de las obras de Pesudo.

Cuando Ernest Hemingway escribió París era una fiesta en 1964, el autor estadounidense trataba de rememorar las mejores gestas de su juventud en la capital francesa. «[…] En Europa tomábamos el vino como cosa tan sana y normal como la comida, y además como un gran dispensador de alegría y bienestar y felicidad. Beber vino no era un esnobismo ni signo de distinción ni un culto; era tan natural como comer, (…)» El concepto de fiesta, se estiró hasta el autor Enrique Vila-Matas con su autoficción París no se acaba nunca (2000), en la que rememora constantemente el libro de Hemingway. Vila-Matas en París fue muy pobre y muy infeliz y, aunque perseguir constantemente la sombra del autor estadounidense no le trajese la felicidad y status soñados, sí que comprobó cómo la vida se detenía en los encuentros festivos que ocurrían en esa ciudad que, efectivamente, no se acaba nunca[1].

El encuentro gozoso, esporádico, etéreo, la fiesta, el guateque, un espacio en el que personas -en ocasiones desconocidas y muy diferentes entre sí- pueden compartir momentos de intensidad y no volver a encontrarse nunca más en sus respectivos caminos vitales. Ese carácter, casi de rebeldía tácita contra lo que entendemos como tiempo, es el que queda impreso en la proyecto que el artista valenciano Carlos Pesudo (Castellón, 1992) plantea para la galería Yusto/Giner. El Guateque apela a esa energía, contrastada con la serenidad que en ocasiones puede transmitirnos el expresionismo abstracto, del que hace gala Pesudo. «El mejor lugar para tener una epifanía artística es, sin duda, la sinestesia atmosférica de una buena fiesta. Nada más embriagador y sugerente que unos cuantos conocidos y desconocidos en un mismo entorno, unidos por el maravilloso síndrome del divertimento. Luz intermedia, música, con maridaje o sin él, esta ruptura de la normalidad genera en nosotros una predisposición al placer, alegría inmediata y colectiva en un mismo entorno social. Ambrosía de los dioses para los espíritus creativos», reza el texto curatorial, firmado por Victoria Rivers, en el que adivinos el carácter transmitido a las obras que forman la muestra.

Montaje interior del solo show de Carlos Pesudo "El Guateque" para la galería Yusto/Giner. Cortesía del artista. 

Pesudo, artista plástico -que también juega con otros formatos como el vídeo o la instalación, además del medio propiamente pictórico-abstracto-, rebeldemente expresionista, hace una propuesta jocosa, enfocada en le bonheur de vivre a la que aludía Henri Matisse. En el texto curatorial ya referido, se expresa esta conjunción de fuerzas tragicómicas: «“El Guateque” es una jungla expresionista que, sin máscara física, pero con el mejor de los disfraces, ejecuta en su unidad los roles y alter egos de todos los desconocidos de esta gran celebración, dejando a su paso una estela de misterio y carcajadas, como quien pasa de grupo en grupo en medio de una fiesta.» En relación a esto, Pesudo afirma que «esta conciliación entre la pintura y el carácter festivo de la exposición se da primero que nada en el estudio. Y no tanto por una cuestión cómica, sino por la relación que se genera entre guateque y proceso. La expo habla de una fiesta, un escenario en el que sabes de donde partes, pero no hacia donde te diriges ni cómo vas a acabar. (…). Es un viaje hacia lo desconocido y lo inesperado. (…) Esta metáfora da pie a una materialización un tanto más irónica, con figuras abstractas que adoptan actitudes bailongas y títulos que pretenden des-sublimar la cuestión de la pintura, que parecen banalizar las escenas en un juego de “representación” cuya lógica no se acaba de entender. La obra se convierte en un carnaval, (…)» Además, El Guateque” se puede concebir como una instalación: la sobriedad de las piezas pictóricas conversan con «las lámparas antiguas pintadas de colores, con bombillas que cambian secuencialmente de color. (…) objetos exageradamente horteras, elementos festivos y recargados, la pura expresión de lo intrascendente, del “brilli-brilli”.»

Montaje interior del solo show de Carlos Pesudo "El Guateque" para la galería Yusto/Giner. Cortesía del artista. 

Este espíritu -cristalizado a la perfección a través de Bailando con mosquitos, el primer cuadro pintado de la serie- jubiloso, de cierta violencia gestual, baila desde una revolución que nace del goce y la creación, y no caracteriza solo a este solo show, sino que forma parte de los impulsos del artista castellonense. La potencia de este es representada a través de una abstracción que es para Pesudo casi un acto espiritual tras cada pincelada o trazo: «La pintura es un canal de expresión de las emociones que no puedes expresar de otra manera sino en pintura.»

Lo sutil forma parte de la visión estética que proyecta Pesudo; ligera y esencial en su formalidad, directa y cruda en su significado. «La sutileza ha sido un pilar fundamental en el desarrollo y la evolución de mi obra. (…) En muchas ocasiones, para dejar finalizado un cuadro, he sentido que tenía que abandonar la pintura en su sentido más puro, para dar pie a un juego de manchas, formas o elementos que no son más que soluciones estéticas, casi decorativas, ruido que acompaña, pero que a la vez confunde de la cuestión más verdadera y esencial de la obra», nos dice el artista. Esta simplicidad a la que alude se debate en “El Guateque” -que trata de buscar una experiencia pictórica más caótica y aparentemente más alejada de lo sutil es visible a en la contención formal y el uso de colores más saturados, embebido quizás, por la fuerza visual que otorga lo elemental de la geometría, como expresión primitiva.

“El Guateque”, que viene a presentar la exuberancia radical y lo dinámico-crispante como estímulo latente en la trayectoria de Pesudo, recurre a lo originario: un encuentro entre personas, una reunión de seres, un encuentro entre elementos, una fiesta. El trabajo de Carlos Pesudo, esencialmente geométrico [2], gira en torno a un universo particular complejamente orgánico y mutable que comparte esa energía primigenia e instintiva que puede surgir en un guateque. Un trasfondo, casi de resistencia y absurdo que también subyace en Pesudo: la pintura no tiene necesariamente que estar vinculada a un discurso trascendente o lógico. La pintura es en sí misma cuando responde a un proceso honesto y la manera de plantearla, explicarla o defenderla, puede ser un absoluto despropósito.

"Fuego en la pista" (2023), Carlos Pesudo. 200x160cm. Óleo y spray sobre lienzo. Cortesía del artista. 
Retrato de Carlos Pesudo ante "Bailando con mosquitos", una de las obras que forman parte de "El Guateque". Cortesía del artista. 

NOTAS AL PIE:

[1] Pese a que el libro, en efecto, posea un tono con cierto regusto amargo e irónico, en realidad Vila-Matas refuerza el concepto de París era una fiesta que se funda en la novela original de Hemingway.

[2] En una entrevista realizada a Carlos Pesudo con motivo de la exposición para Yusto/Giner, le hicimos la siguiente pregunta: Tu trabajo recurre a lo esencial, la geometría o el partir desde lo elemental: ¿qué buscas expresar a través de este lenguaje?; la respuesta de Pesudo fue: Para mí lo esencial y geométrico ha supuesto un ejercicio de aprendizaje sobre la forma en su estado primitivo. Es una manera de comprender bien la forma como vehículo de abstracción. Esto te permite incluir referencias a muchos elementos naturales e incluso a casi cualquier cultura humana, a través de representaciones de sus signos.

Los cuadros que estoy pintando ahora mismo son alteraciones y replanteamientos de una primera forma elemental. Sobre todo, comencé a adoptar este lenguaje en el proyecto “Espacio Cero”, donde quería despojarme de toda referencia de objeto o imagen previa al cuadro, para volcarme en un proceso genuinamente abstracto. Fue un proceso de reducción, de tabula rasa, donde mi lectura del mundo y mi relación con el entorno se viera simplificado por una especie de codificación de formas muy básicas, letras o signos. Este fue el punto de par:da para desarrollar mi lenguaje actual, mi cosmos particular de formas que van mutando de cuadro en cuadro, de proyecto en proyecto. Desde esa primera geometría que se ha ido asentando en mi imaginario, hasta una complejidad mayor de formas orgánicas.

Imagen cabecera: retrato de Carlos Pesudo ante “Bailando con mosquitos”, una de las obras que forman parte de “El Guateque”. Cortesía del artista. 

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