Feria Marte 2025: pintura como eje y coleccionismo galopante

La 12º edición de la Feria Marte -que se celebra cada año en Castelló- ha clausurado consolidando su formato.

En la década de los 60, Joan Didion publicó Slouching Towards Bethlehem, una colección de ensayos neuróticos que capturaba la esencia de la contracultura de Estados Unidos y la diáspora a San Francisco, que se amontonaba en Haight-Ashbury. Son unos escritos brillantes que dan voz a una época galopante marcada por la locura de una generación. Lo que muchos de sus protagonistas aún no sabían —trascendería mucho después, como todo lo que conlleva una distancia histórica necesaria— es que esos encuentros acabarían siendo caldo de cultivo para el desarrollo artístico y cultural posterior, cuya huella sigue siendo palpable hoy.

En el presente se siguen sumando continuamente iniciativas culturales circunscritas en reductos periféricos, locales, alejados ciertamente de la capa institucional, cercanos a la contracultura[1]; impulsos indómitos que en la marabunta de eventos surgidos en las grandes urbes que ocupan la agenda cultural nacional (véase Madrid-Barcelona o Bilbao) soportan, secretamente, las riendas de lo que el arte nos proporciona hoy en día: pluralidad y una honda especialización. Uno de esos impulsos sigue siendo como año tras año la Feria Marte, tres días de regusto realmente marciano, que agrupan una serie de propuestas en torno a la cultura contemporánea, protagonizada este vez exclusivamente por la pintura y la escultura-instalación.

Detalle de obra de Miguel Ángel Erba (Yeper) de Galería Herrero de Tejada, Premio Adquisición Les&Jon Art Collection. Foto por Isabel Serrano, EASD. Cortesía de Feria Marte.
Trabajo de Victoria Ramírez Valiente de Galería Artízar, Premio Adquisición DiGood Collection. Foto por Kelly Castillo, EASD. Cortesía de Feria Marte.

Más de una veintena de galerías nacionales e internacionales se han encontrado en esta edición. El espacio es pequeño, abarcable[2] en poco tiempo y nos deleita con un ambiente distendido, humano y relajado -algo ciertamente inusual en una feria de arte de una gran capital-: aquí la barrera artista-público se disuelve. De entre las propuestas artísticas, una manada de équidos blancos emerge, en paisajes lunares que dan cuenta de un simbolismo místico. Salvajismo natural y figuras antropomorfas levitantes conquistan el espacio con las obras de Miguel Ángel Erba —Yeper— de Herrero de Tejada. Luis Pérez Calvo y Enrique Marty —la Gran— al otro extremo de la feria, nos sugieren una alternativa metafórica del mundo, basados en la cultura urbana cosmopolita, collages, prensa e imaginarios selváticos de un lado y lo anticanónico, el elemento monstruoso, casi teatral en una suerte de vodevil subvertido, de otro. El cuerpo líquido, marítimo, acuoso de Victoria Ramírez Valiente —Galería Artízar— pone la nota etérea y ligera al conjunto curatorial de Marte que destaca, junto a los anteriormente mencionados, dentro de la apuesta general.

Borja Docavo ante su obra en la exposición colectiva de El Convent, espai d'art. Foto por Kelly Castillo, EASD. Cortesía de Feria Marte.
Illycaffè, uno de los patrocinadores oficiales del evento. Foto por Kelly Castillo, EASD. Cortesía de Feria Marte.

Sobre ferias de arte, Jerry Saltz escribió en 2006 Feeding Frenzy, una columna incendiaria sobre este tipo de eventos artístico-comerciales masivos: En realidad, son espectáculos cargados de adrenalina para un tipo de compraventa en el que la intimidad, la convicción, la paciencia y la mirada concentrada, por no hablar de volver a mirar, son esencialmente inexistentes. Son lugares donde el comercio ha sustituido a la epistemología y el contrato tácito que existía entre artistas, marchantes y coleccionistas ha sido desechado. Como un marchante privado declaró alegremente al New York Times hace poco: “Es una ventanilla única. La experiencia del centro comercial…moda, fiestas y diversión, todo en uno” (…) Hoy en día, las ferias de arte son tormentas perfectas de dinero, mercadotecnia y gratificación instantánea[3]. Sin embargo, Marte es un reducto, un punto muy localizado en el mapa en el que un coleccionismo de bajo perfil crece de forma considerable y el público aumenta anualmente. Una promesa de mejorar el status quo impuesto, ofreciendo una escena artística a la que poder acogerse, de forma afable, cálida, recatada. Quizás un punto aislado —al igual que el propio Auditori de la ciudad—, pero que paradójicamente deja una sensación cercana y familiar.

Foto por Kelly Castillo, EASD. Cortesía de Feria Marte.
Obra de Ana Barriga, DiGood Collection en MACVAC. Foto por Kelly Castillo, EASD. Cortesía de Feria Marte.

NOTAS AL PIE

[1] Debemos entender aquí la idea de contracultura como un concepto amplio: alejado de lo centralista y hegemónico.

[2] Ubicado en el Auditori i Palau de Congressos de Castelló.

[3] In reality they’re adrenaline-addled spectacles for a kind of buying and selling where intimacy, conviction, patience and focused looking, not to mention looking again, are essentially nonexistent. They are places where commerce has replaced epistemology and the unspoken contract that existed between artists, dealers and collectors has been scrapped. As one private dealer gleefully told the New York Times recently, “It’s one-stop shopping. The mall experience…fashion, parties and fun all wrapped up in one.” (…) These days art fairs are perfect storms of money, marketability and instant gratification.

Foto cabecera: “La Paz”, obra de Rubén Ojeda Guzmán. Foto por Kelly Castillo, EASD. Cortesía de Feria Marte.

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