Pero mi rostro no podrás verlo;
porque no puede verme el hombre y seguir viviendo.
(Éxodo 33, 18)
En la actualidad, adentrarse en la escultura devocional barroca implica liberarnos de los prejuicios históricos y enfrentarnos a su propósito esencial y original: inspirar una devoción pura tal, que abrazar la fe [1] sea la mayor de las aspiraciones. Esto es, relatar la Teofanía. Apartándonos de los dogmas sobre su idoneidad o no, es evidente que la imaginería —de las manos de creadores de la escuela andaluza o castellana— fue una de las protagonistas del Barroco español, destacándose por sus descarnadas, espirituales y crudas representaciones, bañadas en un verismo que inspiraba una caudalosa piedad en los fieles. Esta tradición alcanzó tal relevancia internacional que la escultura española se posicionó en el mapa europeo.
Luisa Ignacia Roldán Villavicencio, Luisa Roldán (Sevilla, 1652-Madrid, 1706) forma parte del canon de la escultura barroca española junto a otras grandes figuras como Juan de Juni, Gregorio Fernández, Pedro de Mena o Alonso Berruguete, que han opacado en la historiografía del arte —con un canon hegemónicamente masculino—, parte de su trabajo. Escultora de cámara de los reyes Carlos II y Felipe V [2], Roldán recorrió las transiciones del siglo XVII al XVIII a través de un cargo que pocos artistas de la época pudieron alcanzar. Hija del escultor sevillano Pedro Roldán, la historia del arte, frecuentemente marcada por el olvido sistemático de las artistas femeninas, le dificultó el reconocimiento pleno de sus logros que en vida consiguió. Fruto de esto son los elogios recitados por teóricos como Antonio Palomino o Antonio Ponz, que atestiguan el don de esculpir de La Roldana. A pesar de la necesidad —en ocasiones— de referirse a ella a través de figuras masculinas [3], la obra de Luisa Roldán habla por sí misma, destacándose por su profundo impacto emocional y su maestría técnica. Tal y como diría el propio Palomino, quien la califica de eminente escultora, mientras describe a una de sus piezas —un Jesús Nazareno—como de extremada belleza.


La exposición Luisa Roldán. Escultora real [4], que se presenta en el Museo de Escultura de Valladolid hasta el 9 de marzo de 2025, ofrece un recorrido por vida y obra de la artista sevillana, así como su propio contexto artístico, incluyendo tanto sus pequeñas piezas de barro cocido como sus esculturas de mayor envergadura en madera. Así, un total de 32 trabajos de La Roldana se exhiben junto a otros de artistas del momento, como José de Mora, Nicolás de Bussy o Lucas Jordán. Destacamos obras como Virgen de la Leche [5], en la que se percibe una combinación de pasiones y contradicciones: mejillas de fuego, cabellos candentes, ligereza y sosiego, pero también una honda sensación catártica, marcada por una dramática gracia. Piezas como los Desposorios místicos de Santa Catalina de Alejandría (hacia 1689-1706) o las diversas Vírgenes con el Niño (1692/1699/hacia 1689-1706) muestran una delicadeza espiritual que, sin perder la ternura, irradian una emoción intensa y pura. Su Tránsito de la Magdalena (hacia 1689-1696)—devocional, sedoso, trágico— nos habla de las inspiraciones anteriores que recoge, además de una devoción con grandes adeptos en su época que narra la redención desde el arrepentimiento y la renuncia. Una forma de capturar el éxtasis desde un realismo profundamente humano; una forma prístina de emoción.
La impronta de Luisa Roldán en la escultura contemporánea es innegable, particularmente en su expresividad y temperamento artístico, que desde la sutileza de sus figuras, supone un desafío al ánima y la mente lúcida. Lejos de buscar la perfección formal, su estilo se caracteriza por la búsqueda de la emoción y la conexión del espectador con el corazón de la obra. Alhajas de escultura, bustos, relieves, en madera, barro cocido. Esta exposición supone una promesa en firme —no solo por parte del Museo Nacional de Escultura de Valladolid sino también por el Ministerio de Cultura español— asentando la representación en colecciones nacionales de la obra de Luisa Roldán [6], cuyo legado aún palpita licencioso, ofreciendo una profunda reflexión sobre el poder de la imagen como vehículo que discurre entre las confines de lo humano y lo divino.


NOTAS AL PIE
[1] Una fe católica, Vaticana.
[2] Aunque, tal y como atestigua Juan Alejandro Lorenzo Lima en su texto EN MADRID. EL MEDIO CORTESANO COMO NOVEDAD Y ALICIENTE CREATIVO PARA LUISA ROLDÁN, este título no estuvo siempre económicamente bien retribuido económicamente como cabía esperar.
[3] No solo por ser hija del escultor sevillano Pedro Roldán -circunstancia que en ocasiones eclipsó sus trabajos- sino por hechos como que solo se atendieran obras de menor tamaño y barro cocido y desdeñaran piezas las de mayor envergadura y en materias como la madera, menos propias de su condición y sexo.
[4] Comisariada por Miguel Ángel Marcos Villán y Pablo F. Amador Marrero.
[5] Virgo Lactans es una de las representaciones iconográficas de la Virgen. Aquí, una mujer da el pecho a su hijo. Esta imagen maternal fue representada en diferentes ocasiones por Luisa Roldán, tal y como podemos ver en esta muestra del Museo Nacional de Escultura.
[6] Como muestra de esto, en esta exposición temporal se presenta oficialmente la reciente adquisición por parte del Ministerio de Cultura de un Tránsito de la Magdalena, factura de Luisa Roldán.