La cueva oscura donde temes entrar es donde está tu tesoro (Joseph Campbell)

Un estado existencial de madurez trascendental, certero, agudo y profundamente oscuro es el instigador que ha unido a literatos, filósofos o místicos desde Oriente hasta Occidente. La noche oscura del alma -aunque originalmente en San Juan de la Cruz, la noche oscura– une y desune a su libre albedrío. En la exhibición colectiva Pléyade -comisariada por Lluís Masià, que cuenta con la obra de Lolo Caminosos, Vicent Cardá, Paco Dalmau, Jacobo Eid, Raquel Garin, Marcos Juncal, Pedro Kouba, Lluís Masià, Lucia Moya, Roice183, David Sánchez, Oscar Seco y Walter Wail- en la galería La Mercería se encuentra expuesta una de las creaciones más hondas de Germán Bel / Fasim (Barcelona, 1972), Travesía nocturna III (2022). Dicha pieza, que forma parte de Travesía nocturna – serie gemela de una anterior, Claros del bosque-, simboliza la inspiración que reside tras esta frase creativa y humana del artista barcelonés.

Pudiendo ser definida como una pseudocatarsis enérgicamente abismal, la noche oscura se percibe como un estado previo a alcanzar una fase de encuentro divino y sabiduría superior. A través de estas obras en papel, decididamente más crípticas, minimalistas y densas que las anteriormente expuestas de Fasim en los mismos muros meses atrás, asistimos a una ventana de su espíritu, vital y creativo. Reducido a una paleta cromática mínima, que simboliza casi una lucha cósmica entre luz y oscuridad (¿o más bien un encuentro?), el artista urbano, que ha saltado entre la abstracción lírica y la pura poesía visual pictórica, nos ofrece revitalizadas esperanzas sobre el horizonte artístico; garras conceptuales a las que asirnos, y una dura y empinada travesía nocturna. Racional y teóricamente, estas creaciones de Fasim están relacionadas con Perceval o El cuento del Grial, Claro del bosque de María Zambrano o la figura de Cagliostro y sus conexiones con la alquimia.

Hablamos con Germán Bel / Fasim de los impulsos, de la noche oscura del alma y el proceso de transmutación, de sus últimas creaciones y del punto de inflexión que estas obras han supuesto en su carrera, entre otras cosas. 

SM: A día de hoy, ¿sigues considerándote artista urbano?

F: Me considero un artista que se resiste a clasificaciones formales porque estoy evolucionando constantemente. He contribuido a generar y establecer varios movimientos urbanos desde mediados de los 80 en nuestro país. Actualmente formo parte del ‘arte urbano contemporáneo’, uno de los más recientes movimientos internacionales que se compone de artistas urbanos con un interés pictórico hacia el arte contemporáneo.

Empecé casi a la misma vez a pintar en la calle que a pintar sobre lienzo con solo unos seis años de diferencia. Mi trabajo sobre lienzo ha evolucionado en paralelo desde los años 90 cuando comencé a tener un gran interés hacia la pintura. Me apunté a una escuela de bellas artes en el centro de Barcelona, muy cerca de las Ramblas, con la intención de pintar “como Velázquez” o algo así le dije al profesor (risas), se llamaba “Academia Cucurulla” y era una academia muy bohemia, venía a posar una modelo punki llena de moratones que se dormía durante las sesiones porque tomaba heroína, parecía una figura de Egon Schiele. Duré solo tres meses, en esa época estaba visitando las mejores galerías de Barcelona de arte moderno, posmoderno y contemporáneo, las visitaba bastante a menudo porque vivía en la calle Córcega, muy cerca de todo el circuito de galerías, como la Joan Gaspar que era mi favorita y que sin duda fue mi primera escuela, allí me enfrentaba a todos esos artistas mitológicos: Clavé, Tàpies, Miró, Picasso…

Unos pocos años antes había estado unos días en París, en el estudio de Jonone y de los BBC, el Hôpital éphémère en el distrito de Saint Denis, que fue uno de esos estudios dónde se gestó el paso del graffiti y del arte urbano hacia los museos y las galerías de arte en Europa y posteriormente al mundo. Ese viaje fue iniciático, algo se agitó dentro de mí y volví a Barcelona profundamente cambiado.

SM: En este punto de tu trayectoria, ¿piensas que continúa habiendo reivindicación en tu obra?

F: En pintura, como en literatura, uno transmite todo aquello que ha vivido; la experiencia de vida se va filtrando hasta el soporte, consciente o inconscientemente. Mi pintura siempre reivindica algo, algún estado emocional que he tenido, un suceso que me ha impactado, alguna injusticia social… También parte de mi vida empapa las obras con una pátina, a veces es poco perceptible y otras es más evidente. Al trabajar de manera improvisada, los temas van surgiendo desde el subconsciente con lenguaje poético y a menudo muy críptico: no planeo la obra con antelación. Me gusta trabajar así, con gran libertad de realización y de contenido.  Puedo hablar sobre un tema muy duro como una guerra o sobre el rosal de mi jardín. Soy un artista que a menudo reivindica alguna cosa, aunque no siempre.

Al principio era más dramático en mis obras y resultaban obras de una fuerte carga emocional, pero me he ido modulando. Con el paso del tiempo estas etapas me han llevado a trabajar con un lenguaje poético totalmente imprevisible y aunque a veces no se perciba a simple vista, sigue existiendo un grito, más maduro, más tonal, menos agudo, más sutil.

Recuerdo una frase de Joan Miró durante la mítica exposición “Miró, otro” (en el exterior del Colegio de Arquitectos de Catalunya) durante la intervención en la que pintó todos los cristales exteriores (y que posiblemente fue la primera intervención de ‘arte urbano’ en Catalunya y en España), exposición en la cual reivindicó una serie de cuestiones. Al concluir la exposición Miró quiso borrar el mural, al ser preguntado al respecto dijo algo así como; “un grito, si dura demasiado tiempo, se convierte en un alarido”.

“El claro del bosque 2” (2021), Germán Bel / Fasim. 50 cm x 70 cm, acrílico sobre papel. Cortesía del artista.
“El claro del bosque 5” (2022), Germán Bel / Fasim. 50 cm x 70 cm, acrílico sobre papel. Cortesía del artista.

SM: ¿Qué suponen para ti en el momento de tu carrera en el que te encuentras las series de Travesía nocturna (2022) y Claro del bosque (2021-2022)? ¿Podrías contextualizar estas obras dentro de tu propio camino previo?

F: Un año antes de la pandemia viví una compleja situación personal de la cual surgió una de mis series más extensa y que tiene diferentes lecturas, ‘los paisajes borrados’ (erased landscapes); una revisión contemporánea del paisaje, una denuncia por el cambio climático, la destrucción del espacio natural y una reivindicación a los límites de la libertad de expresión por el obsesivo y constante borrado de los ‘signos de existencia’ que los seres humanos dejamos por doquier desde el paleolítico y que seguimos dejando en las ciudades actuales.

En paralelo -y ya en plena pandemia- surgieron otras variantes de esta serie de paisajes dentro de unos experimentos que llevo realizando desde hace mucho tiempo de crear obras con gran economía de medios y de colores. Los hago como un ejercicio o como una búsqueda. Casi todas las obras que más me han influido, la mayoría de veces están pintadas con un solo color o con una sola línea, como las jirafas, elefantes y animales diversos del desierto del Sáhara, en Tassili N’Ajjer (Argelia), por ser unas de las pinturas que están pintadas con la mayor libertad que se pueda encontrar sobre este planeta, algunas de apenas una línea rascada en la roca, esos paleolíticos esgrafiados son de una pureza artística sobresaliente y hay miles. Son pinturas muy animistas, fueron pintadas cuando era una rica selva.

“El arte, de una u otra forma, busca siempre expresar el alma”, dice mi admirado Carmelo Ríos y es este tipo de libertad la que busco constantemente, aunque nosotros estamos ya muy contaminados por una gran saturación de imágenes, pinturas, influencias o movimientos… Es difícil pintar con esa libertad hoy.

Una de las series se titula ‘Claro del bosque’, porque las pinturas se fueron configurando en el centro del papel y de ahí surgían imágenes parecidas a una zona despejada dentro de un bosque, de la cual parecían también surgir unas formas y figuras sin acabar de definirse que sugerían más que revelaban, como la aguja de la Encajera de Vermeer, que sugiere pero que no está pintada, se percibe.

SM: ¿Tu método de trabajo ha sido alterado con la creación de estas series?

F: Mi método de trabajo es siempre aplicar a la obra las investigaciones y experimentos que voy descubriendo. Es debido a esa búsqueda que surgen nuevas relaciones entre las ideas y las obras. En este caso, la búsqueda me llevó a aunar la experimentación con el momento vital por el que estaba atravesando y se cristalizó en una serie de obras donde la pintura se convirtió en una especie de diario muy íntimo, así que mi trabajo no resultó alterado, sino que se complementó con nuevas variantes del juego. Mi pintura puede variar mucho de una serie a otra y también de una obra a otra.

SM: ¿Dónde queda el gesto pictórico -tan presente en el street art– en esta serie de pinturas?

F: El gesto pictórico es siempre el mismo en pintura, independiente del momento o del movimiento al que pertenezcan. Es el mismo desde las jirafas del Tassili al de los nenúfares de Monet. Creo que la intención es lo que diferencia ese gesto de otro. Un gesto del pincel de Goya a uno del pincel de Mondrian, ambos son el mismo gesto, pero en cambio la diferencia de intensidad de uno a otro es abismal.

Estas obras son el resultado de una ‘transmisión’ física y psíquica, por eso les llamo ‘impresiones’, es una técnica a la que llegué buscando una máxima expresividad con muy pocos medios, no por ahorrar material, sino por tratar de obligarme a dar una nota muy alta con gran escasez de medios. En verdad podríamos llamarla pintura corporal un poco porque se pinta con todo el cuerpo donde el movimiento y la maniobra de impresión son fundamentales.

SM: Si analizamos tu periplo desde tus inicios como artista urbano hasta ahora, alcanzamos a atisbar que estas últimas series –Claro del bosque y Travesía nocturna– son pura sugerencia al espectador llevada al extremo, ¿dónde queda la definición formal aquí?

F: Hace unos años que estoy trabajando mucho más con la intuición, me dejo ir sin intención ninguna, aunque sigo transitando dentro de un ‘onírico clasicismo’. Me di cuenta que expresaba más cuanto menos definía. En años anteriores buscaba y forzaba una serie de figuras y de paisajes, pero me acabé extenuando. Descubrí que, sin controlar tanto el proceso fluía mucho mejor y aparecían de nuevo formas, figuras y paisajes, pero dentro de un nuevo contexto poético que obliga al espectador a interpretar, a jugar y a formar parte de la obra.

Un texto de María Zambrano en el que me he inspirado muchas veces para la serie de ‘Claro del bosque’ dice: “Alguna figura en esta lejanía está a punto de mostrarse en el límite de la corporeidad, o más bien más allá de ella, sin ser un esquema o un simple signo. Figura que la visión ansía en su ceguera, nunca superada por la visión de una figura luminosa o por algún esplendor. Algún animal sin fábula mira desde esta distancia. Algún jirón se desprende de una blancura no vista, algo, algo que no es signo.

Nada es signo, como si se vislumbrara un reino donde sentido y significado son uno y lo mismo, donde el amor no tiene que sostenerse ni la naturaleza vaga como una oveja perdida o sorprendida que aparece y se esconde. Y la luz no se refleja ni se dobla ni se extiende. Y el tiempo sin derrota no pasa, lejos donde se enuncia el centro al que los claros de este bosque espejan en instantes”.

SM: Claro del bosque y Travesía nocturna están inspiradas en la noche oscura (del alma) de la que hablaba San Juan de la Cruz. Este concepto une a multitud de literatos, pensadores y místicos desde María Zambrano, Carl Gustav Jung, Joseph Campbell a Ahmad Al-Shahawi. ¿Qué parte de ti, como artista, has transmutado en estas obras y cómo ha influido en tu trabajo?

F: Un año antes, durante toda la ‘pandemia’ y hasta hoy, tras una serie de sucesos, viví uno de los episodios más profundos de mi existencia y aunque no creo que haya terminado del todo, sí que ha disminuido en intensidad. La verdad es que no recuerdo bien cómo fue llegando, pero un día me encontré inmerso en lo que después sabría que era llamada ‘la noche oscura del alma’.

Hay iniciaciones que se buscan y hay otras que te encuentran a ti. La misma vida es la que te somete a ellas y como bien dijo Nicolás Bouvier: “Uno cree que va a hacer un viaje, pero enseguida es el viaje el que lo hace a él”.

De este periodo surgen algunas de las series de pinturas sobre papel más profundas que he pintado. Series que aún no doy por finalizadas y que se hermanan con otras series anteriores.

Se inició con una serie que se titula “Claro del bosque”,  influenciada en parte por el tema iniciático de Perceval y el cuento del Grial, en la que la salida del bosque hacia el mundo es una metáfora de la salida del útero materno, que en el cuento está simbolizada por el bosque y por la madre de Perceval. El ‘claro del bosque’ simboliza la llegada a la edad adulta con todas sus consecuencias y de una vez por todas.

Le sigue a esta otra serie de pinturas: “Travesía nocturna”, en la que durante este periodo consigo plasmar algo de la experiencia de transmutación que estoy viviendo, aunque en muy puntuales ocasiones. El proceso de transmutación alquímica, según estoy aprendiendo, no es convertir metales en oro como generalmente creemos, sino en una transmutación interior a una conciencia más elevada.

“Dios te quita aquello que más quieres, para darte aquello que más necesitas”, dice un proverbio sufí.

Según Carmelo Ríos en los cuentos de hadas, la mitología y las tradiciones antiguas encontramos símbolos de la búsqueda del alma, representada por una doncella prisionera. El caballero, como iniciado, debe superar obstáculos y derrotar al ego representado por el dragón para liberar al alma y descubrir su verdadera naturaleza divina.

Estas pinturas surgen a modo de diario o como un cuaderno de bitácora, sujetas a una interpretación múltiple y difícil de precisar, una especie de sondeo de la propia existencia y del espacio-tiempo que nos rodea; la medición de la celda completamente a oscuras del cuento ‘el pozo y el péndulo’ del maestro Poe o una botella enviada con el mensaje desesperado de un náufrago. Sea como fuere, algunas de esas obras están direccionadas en este sentido, de las cuales destacaría ‘Travesía nocturna III’ que es la obra que he presentado en la colectiva de ‘Pléyade’ en La Mercería de Valencia, de enérgica expresividad en la que la intensidad del misterio hace de esta pieza la piedra angular de la serie.

Es una de las obras más representativas del periodo post-pandemia, al cual le tengo un particular aprecio por su solidez y por su rotunda expresividad con muy pocos medios, con apenas unas simples manchas de pintura blanca sobre un papel pintado de negro que bien podría representar un drama cósmico, una batalla entre la luz y la oscuridad.

“Travesía nocturna III” (2022), Germán Bel / Fasim. 50 cm x 70 cm, acrílico y spray sobre papel. Cortesía del artista.
La pintora Raquel Aguilar observando la obra de 'Travesía nocturna III' en 'Pléyade', la exposición colectiva en Galería La Mercería de Valencia, 2023. Cortesía del artista.

SM: La obra Travesía nocturna III (2022) se ha expuesto recientemente en la exhibición colectiva de Pléyade en la galería valenciana La Mercería. Más allá de la metáfora evidente del color, ¿de qué manera esta pieza alude al proceso existencial de la noche oscura del alma?

F: La noche oscura del alma trata sobre cómo las situaciones de pérdida y crisis pueden llevarnos a experimentar un proceso de transmutación y renovación, a través del cual podemos crecer personalmente y conectarnos con nuestra esencia. Es un momento de aceptar la oscuridad, rendirnos al dolor y permitir que nos transforme. Dijo Jung que “la oscuridad y el caos preceden siempre a una expansión de la conciencia”. Nos invitan a dar espacio al alma, a confiar en la transformación y a rendirnos a la voluntad divina. La noche oscura se presenta como un viaje sagrado y solitario, donde atravesamos lo desconocido para descubrir nuevos recursos personales.

En este periodo, el alma se revela y nos invita a replantearnos nuestra vida, donde debemos adentrarnos en el caos y confiar en el proceso. Las pérdidas y crisis destruyen nuestra pequeña voluntad para conectar con la Gran Voluntad y convertirnos en sanadores heridos. Podemos elegir aprender de las experiencias o caer en la amargura y la victimización. El fracaso nos ayuda a madurar, mientras que el éxito continuado puede mantenernos superficiales. Debemos rendirnos y permitir que la vida nos transmute, cada experiencia de muerte y renacimiento nos lleva a nuevos niveles de conciencia.

La obra ‘travesía nocturna III’ simboliza para mí la nota más alta en este proceso, la perla negra de las obras que estaba pintando en este periodo.

Como dijo Thomas Moore: “Quizás aprenda en su noche oscura un secreto que por regla general se oculta a las personas modernas, la verdad de las cosas sólo puede expresarse estéticamente, por medio de relatos, imágenes, películas, baile, música. Sólo cuando las ideas son poéticas alcanzan la profundidad y expresan la realidad”.

SM: La oscuridad manifiesta de Claro del bosque y Travesía nocturna y, especialmente de Travesía nocturna III (2022), contrasta con anteriores y recientes obras -también expuestas en La Mercería en tu previo solo show- como Insinuación de paisaje II (2023) o Paisaje emergente II (2023). ¿Qué implica este cambio para ti?

F: Las series en las que trabajo son por lo general muy diferentes entre sí. Trabajo de una a otra, dependiendo del día. Tengo muchas series abiertas y me gusta que cada una sea una aventura distinta a la otra, así puedo trabajar sin que se vuelva todo una rutina.

Estas obras sobre papel de marcado claro oscuro son un juego metafórico de la travesía nocturna iniciática que necesariamente ha de hacerse con ausencia de luz, por ser una búsqueda de ella, los colores pueden representar luz y oscuridad, o hacer referencia a las energías positivas y negativas del universo.

Las obras de ‘Insinuación de paisaje II’ (2023) o ‘Paisaje emergente II’ (2023) son obras de gran vitalidad. La exposición de ‘Bajo la luz de Sorolla’ trataba de sobre todo de la luz porque desde la terraza de mi taller te baña un sol muy lumínico que es característico de la comunidad valenciana, y me di cuenta que uno de los talleres de Joaquín Sorolla estuvo en el Cabanyal, a pocos kilómetros de mi casa, así era la misma luz bajo la que pintaba el maestro.

“Paisajes de la huerta III” (2023), Germán Bel / Fasim. 57 cm x 57 cm x 3 cm. Técnica mixta sobre lienzo grueso. Cortesía del artista.
“Travesía nocturna II” (2022), Germán Bel / Fasim. 50 cm x 70 cm, acrílico y spray sobre papel. Cortesía del artista.

SM: ¿Ha supuesto Travesía nocturna III (2022) algún tipo de punto de inflexión para tu creación venidera?

F: Un pintor no deja de ser una especie de Prometeo. Creo que ha supuesto una especie de ‘sondeo con escandallo’, la herramienta que usaban los antiguos marineros para medir el fondo, un intento de sondeo de las profundidades de mi existencia y del espacio tiempo; la sorpresa ha sido encontrar una respuesta a modo de saludo inesperado del gran misterio del que formamos parte y que nos rodea.

Como dijo Einstein: “El más bello sentimiento que cabe tener es el sentido del misterio. Es la fuente de todo arte verdadero, de toda verdadera ciencia. Quien no ha conocido esa emoción, quien no posee el don de maravilla y de arrebato, más valdría que hubiese muerto. Sus ojos están cerrados”.

“Travesía nocturna y luna llena II”, “Travesía nocturna y luna llena” (2023). Germán Bel / Fasim. 70 cm x 50 cm, acrílico y spray sobre papel. Cortesía del artista.

Foto cabecera: detalle de “Travesía nocturna III” (2022), Germán Bel / Fasim. 50 cm x 70 cm, acrílico y spray sobre papel. Cortesía del artista.

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