La obra del escultor turinés Giovanni Anselmo (1934-2023) como uno de los representantes identitarios de un movimiento artístico surgido en Italia, cuyos integrantes, despojados de la nobleza de los materiales artísticos se definen por una oda a la pobreza en forma, que no en fondo. El "arte povera" es, en ocasiones, complejo de comprender para el gran público. Con esta muestra -Más allá del horizonte, en el Museo Guggenheim de Bilbao hasta 19.05- se pretende facilitar la lectura del trabajo de un artista profundamente trascendente. Esta vez sí, en fondo y forma.

…la acción de Anselmo es más sutilmente pobre…

Arte Povera. Appunti per una guerriglia, Germano Celant

Desde el inicio de los estudios de la historia del arte, el material del cual estaba hecha la creación es fundamental para establecer una clasificación en torno a este: la escultura de mármol difiere de la de piedra por las propias connotaciones que tales elementos poseen. Y en tal caso, los mármoles siempre han estado innegablemente relacionados con la nobleza mientras que el esculpido en piedra remite a manifestaciones artísticas de índole más ancestral o espiritual (que no religioso). Esta concepción choca de bruces con la introducción de otro tipo de elementos más cotidianos y menos elevados como el carbón, el sudor, el látex o unas simples y mundanas hojas de lechuga; ¿una escultura cuya composición integre un filete de carne crudo tiene menos valor artístico o simplemente representa un elemento popular y ordinario e indigno de concebirse como arte?

El arte povera tiene su mayor sentido y significación en los materiales, pero estos son solo la punta del iceberg del espíritu de los artistas englobados bajo esta etiqueta. Povera, según Giulio Carlo Argan, hace referencia a la propiedad de ser “tecnológicamente pobre en un mundo tecnológicamente rico”. Esta corriente artística, surgida al albor de las tendencias minimalistas en pleno siglo XX, se despoja de todo lo accesorio y recurre a componentes sencillos, en ocasiones sometidos inexorablemente al paso del tiempo, como el hielo o la grasa. Tal y como afirmaba Giovanni Anselmo: “Somos situaciones de energía/y no se trata de cristalizar esas situaciones, sino de mantenerlas abiertas y vivas/ es una función de nuestra vida”. La potencia del espíritu povera reside en la gestualidad del creador y en trasladar la importancia central de la experiencia artística del objeto al sujeto: aquí no importan tanto la vista o el tacto sino los sentidos del movimiento, el espacio o del equilibrio. Lo povera no son ni cuadros ni esculturas; son acciones, situaciones, comportamientos, como expresa Antonio Herrero Elordi. Agrupados bajo la crítica del teórico Germano Celant estas figuras tan diversas tenían en común el uso de medios sencillos, pobres. El minimalismo y el arte povera representan dos realidades complementarias: dos nuevas formas de enfrentarse a la materia. La primera exposición de arte povera tuvo lugar en 1967 en la galería genovesa de La Bertesca. Arte Povera e IM Spazio, comisariada por el citado Celant, quien también redactó el manifiesto “Arte Povera. Appunti per una guerriglia”, (publicado en Flash Art y, quizá, con un tono ciertamente premonitorio) simplifica los presupuestos del arte povera en: arte tridimensional, pobre en objetos y rico en significados que apela directamente a la participación del espectador. Un nuevo arte cuya lectura se nos revela compleja y caótica, contextualizado en una época de fuerte desigualdad social y tensiones económico-culturales.

Artistas desde Pino Pascali, Jannis Kounellis, Luciano Fabro, Giulio Paolini -algunos de los que exponen en esa muestra de Génova-, pasando por Mario y Marisa Merz, Mario Ceroli, Michelangelo Pistoletto y Giovanni Anselmo, forman esta nómina de creadores que rinden culto a la pobreza. Precisamente, la obra escultórica de Giovanni Anselmo (Borgofranco d’Ivrea, Italia, 1934 – Turín, 2023) se celebra y honra en Más allá del horizonte en el Museo Guggemheim de Bilbao, comisariada por Gloria Moure. El imaginario de Anselmo se mueve en una continua evocación poética que conversa con las orgánicas e industriales formas del Guggenheim de Bilbao, que plantea la exposición como un acercamiento a las categorías y los motivos recurrentes que integran el corpus artístico del artista, evidenciando al mismo tiempo la extraordinaria importancia de su trabajo tanto para sus coetáneos como en la actualidad. A través de la exhibición, asistimos a la aproximación a la naturaleza que el artista italiano pretendía, a través de unas esculturas e instalaciones a base de materia orgánica y inorgánica (Herrero Elordi): madera, plomo, pieles de animales, granito, algodón, o, puramente, energía transmitida a la materia. A partir de sus piezas, crea un nuevo espacio infinito -en ocasiones, amenazante para el público como en Senza titolo, 1969- en el que aspectos como gravedad, tiempo, peso, inercia, causa-efecto o energía (a veces, llevada al límite de la tensión como ocurre en Torsione, 1968) son cruciales en su lenguaje artístico. Los materiales, clave en la diferenciación de la obra del artista italiano sobre otros creadores estadounidenses, van evolucionando en su propia trayectoria. Las piezas conceptuales de mediados de los años 60, que estudian las propiedades físicas de la materia -como en la serie Direzione, 1967-1969 o la célebre Struttura che mangia, 1968 dan paso al cambio del objeto a lo intangible de las palabras, que proyecta en paredes contrastadas y creando obras efímeras, que de nuevo, cambiarán su estado, claramente palpable en trabajos como Particolare, 1972.

Hacia ultramar (Verso oltremare) (1984), Giovanni Anselmo. Piedra, cable de acero, nudo corredizo y pintura acrílica sobre pared. 300 x 140 x 3 cm. Colección del artista, Turín. © Giovanni Anselmo. Foto: © Paolo Mussat Sartor. Cortesía Museo Guggenheim. 
Dirección (Direzione), (1967–68), Giovanni Anselmo. Tejido, vidrio y metal. 24,3 x 420 x 335 cm. Tate, Londres. Adquirida con fondos aportados por un donante anónimo 2009. © Giovanni Anselmo. Foto: © Tate Images. Cortesía Museo Guggenheim. 

El escultor turinés no pertenece a la casta academicista del arte, pues fue autodidacta. A lo largo de su periplo vital,  Anselmo no acude a escuelas de Bellas Artes, pero si tiene experiencias profesionales -anteriores a las primeras exhibiciones de finales de los 60- relacionadas con el mundo artístico, concretamente en un estudio de publicidad como diseñador gráfico. Los experimentos pictóricos de los años 50 pronto dan paso a las primeras obras en las que ya se puede ver la clara direccionalidad del legado de Giovanni Anselmo que conocemos hoy en día: tensión, estudio de la energía de la materia y máximo contraste entre objetos y elementos dispares.

Estos presupuestos están recogidos en Más allá del horizonte que cuenta con más de 40 piezas de diversas disciplinas; desde dibujos, esculturas hasta fotografías y proyecciones, además de obras realizadas ex profeso para la muestra en Bilbao. La exhibición da cuenta del canon de su trabajo, en el que es tan importante lo visible como lo invisible. La iconografía de Anselmo, presente a lo largo y ancho de Más allá del horizonte, que como un poético y sutil ocaso, se nos presenta como un espejo en relación a sus primeras exhibiciones: Aquí la precariedad se exalta./ Los objetos viven en el momento de ser compuestos y montados, no existen como objetos inmutables, sino que se recomponen una y otra vez. Su existencia, depende de nuestra intervención; vivos en relación con nuestro vivir, como rezaba el manifiesto guerrillero de Celant. La poética de Giovanni Anselmo nos invade, nos trasciende. Sin duda, cumplió sus apasionadas expectativas.

Imagen cabecera: detalle de Invisible (Invisibile), (1971), Giovanni Anselmo. Proyector y diapositiva con la palabra «visibile» Dimensiones variables. Colección del artista, Turín. © Giovanni Anselmo. Foto: © Paolo Mussat Sartor. Cortesía Museo Guggenheim. 

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