¿Qué prometen las imágenes? Reflexionamos sobre "La textura de las promesas", exhibición comisariada por Alejandro Castellote, situada en la sala Kutxa Kultur Artegunea de Kutxa Fundazioa, en el edificio Tabakalera (Donostia-San Sebastián) y que clausura hoy,19 de febrero. ¿Hacia dónde nos llevan esas promesas?

La textura de las promesas parte de una visión trágica sui generis, aquella de la que se nutrió el teatro griego: el hombre está paradójicamente condenado pero la catarsis final hará de su redención una posibilidad real de salvación. Por medio de esa catarsis, los antiguos griegos buscaban despertar en el público de los teatros la identificación más profunda con los actores, a través de la cual poder realizar una transición de ignorancia a verdad. Esto es, la anagnórisis presente en la tragedia griega por excelencia: la sofoclea Edipo Rey. Así, como espectadores, partimos de una doble condena: la creencia ciega de los estereotipos estipulados y la promesa de las imágenes. Sin embargo, los artistas de La textura de las promesas performan, como ejercitando un rol en Medea, y se convierten en cómplices del desarrollo de la trama, trazando un puente hermeneútico entre nosotros y ellos: ahora, como sus principales colaboradores encubiertos, asistimos al final catártico y descubrimos la realidad soterrada. Además, en la relación público-obras de esta exhibición, es vital el apoyo textual para su adecuada recepción. Según el propio comisario de la muestra[1], Alejandro Castellote: «Todos los artistas de la exposición ofrecen ese anclaje semántico en forma de texto, porque en muchos casos renuncian a ese estatus de autarquía semántica que durante tanto tiempo han ostentado las fotografías, a esa estructura monolítica de significado; lo que Baudrillard denominó «abandonar de la dictadura del canon y sustituirla por la democracia de la polisemia», permitiendo que el acto de lectura de las imágenes genere infinitas diseminaciones.»

Time travel (2016), Sukanya Ghosh. Cortesía de Kutxa Kultur Artegunea, Kutxa Fundazioa.

La textura de las promesas es puramente una tormenta de representaciones visuales que detona el arquetipo oriental arraigado en la cultura occidental. Hay espiritualidad, belleza, equilibrio, quietud, religión, templos, sosiego, cerámica, pero de una forma no canónicamente establecida que contribuye a elaborar un discurso que los espectadores deberán tejer de manera individual y personal. A este respecto, Castellote apunta: «Mirar las fotografías desde nuestra subjetividad es siempre un ejercicio que activa nuestra imaginación y nuestra interpretación. La contemplación reposada, como manifiestan algunos artistas de la exposición, es un recurso taoísta que nos proporciona sabiduría. Una actitud que está muy presente en la  tradición filosófica y religiosa de muchos países de Asia. El diseño del montaje de la exposición tiene, por una parte, esa voluntad de ofrecer espacios de silencio que estimulen nuestras reflexiones, y por otra, mediante la acumulación de fotografías, nos recuerda la forma en que gestionamos hoy en día los aluviones de información fragmentada que nos llegan desde diferentes medios. Con esos fragmentos hemos de construir nuestra propia versión de la realidad.»

Tibet 1985 -1995. Offrandes, Gao Bao. Cortesía de Kutxa Kultur Artegunea, Kutxa Fundazioa.

Hordas de peregrinos pueblan las instantáneas que Gao Bao tomó en el Tibet entre el 85 y el 95 del siglo pasado. El marco sangriento realiza una doble ofrenda: al Tibet y al espectador, haciéndolo partícipe de las escenas que tienen lugar en las fotos, cronológicamente desordenadas. Miembros de la Yakuza japonesa, drogodependientes, ancianos y sintecho protagonizan Long Hug Town (2014-2019), mostrándonos la belleza de lo sórdido, el desequilibrio de la espiritualidad nocturna, sus peligros y desamores. Aquí, Takahiro Mizushima nos comparte retazos de memoria nocturna tokiota: ahora nosotros somos también sus ojos. 

La textura de las promesas, con forma circular en su concepto y planteamiento, en una suerte de Odisea homérica, nos lleva por el transitar de una viaje vital con íntimas luces y fogosas sombras, como las reflejadas en la serie Vessels (2004-) y Moonrise Vessels de Bohnchang Koo. Mediante las minimalistas y delicadas imágenes de las cerámicas, asistimos al engaño, la promesa y la paradoja de la fotografía: no son las fases del satélite lunar, tan solo son unas cerámicas imperfectas que esconden una feroz crítica sociopolítica. Tal y como afirma Castellote, estas vasijas «son un sutil alegato contra el expolio que llevó a cabo la ocupación japonesa de Corea.»

El periplo expositivo del visitante, sediento de nuevas emociones -algo innato en nuestra condición actual de devoradores de información visual- se detiene ante las sedas de mármol (Suiseki Softfalls, 2015) de Weixin Chong. De nuevo, ante el eterno oxímoron: la textura prometida nos vuelve a engañar, ¿el mármol fluye como la seda? Otra vez, esa anagnórisis propia de la tragedia griega, que se topa de bruces con Sukanya Ghosh y su Isosceles Forest (2018). En el momento que, como espectador, se participa del truco de la obra, esta creación artística se convierte en participativa: falso mármol en seda, Ways to Tie Trees (2015-2018) de Woong Soak Teng, las vasijas luna, los biombos ambiguos que conforman Xian Guan IV (2016) de Wang Juyan o las representaciones fotográficas del jardín botánico -esa «reconstrucción ficticia de la naturaleza» -que conforman Greenhouse#3 (2017) de JI Zhou, solapadas por sus distintos tiempos. Participativa, como lo fuera la paradigmática serie de Parangolés -años 60- del brasileño Helio Oiticica, donde podemos extraer una raíz común. La participación activa por parte del espectador, si bien no literalmente física, se convierte en intelectual. Con sus Parangolés, Oitica hacía estallar la institución museística, tradicionalmente burguesa, en un contexto de dictadura militar.

Vessels (2004-), Bohnchang Koo. Cortesía de Kutxa Kultur Artegunea, Kutxa Fundazioa.

Esto es, ecos de revolución cultural. Esa política de la estética definida por Jacques Rancière y que define ciertas acciones artísticas -y por ende, políticas- de Oiticica, tiene interés en relación a La textura de las promesas en tanto que estas figuras destruyen el concepto oriental impuesto y que ha proliferado en la mentalidad occidental. «Hay una estética de la política en el sentido en que los actos de subjetivación política redefinen lo que es visible, lo que se puede decir de ello y qué sujetos son capaces de hacerlo. Hay una política de la estética en el sentido en que las formas nuevas de circulación de la palabra, de exposición de lo visible y de producción de los afectos determinan capacidades nuevas, en ruptura con la antigua configuración de lo posible», apostilla Rancière en El espectador emancipado (2008). Además, el objeto de los artistas que forman parte de La textura de las promesas, en general, se contextualiza en el espacio público y sus intersecciones, con las consecuencias que esto sostiene. El mismo Rancière trata este tema y nos habla sobre la manera en que este tipo de creadores reconfiguran estos espacios y sus significados. Las obras para vestir, los parangolés, y sus colores, eran elementos que subyacían a la cultura carioca, al igual que las obras que conforman La textura de las promesas que, rompiendo el canon de la cultura oriental, nos hacen transitar del desconocimiento al conocimiento de aquello que está oculto en la aparente superficialidad. Esto es, la eterna anagnórisis. Esa profundidad, además, está ligada a los distintos conceptos de belleza que planean sobre la exhibición, ya que, como asevera Castellote: «los códigos de lo que es bello no son universales (…) No soy nada partidario de ese puritanismo formal que impregna muchas tendencias del arte contemporáneo. (…) Esa afasia expresiva de algunas obras, ese rechazo a cualquier atisbo de belleza adjudicándole una ausencia de compromiso con los problemas de nuestra sociedad es una reminiscencia de la cultura protestante: iconoclasta y puritana.»

Así, ya solo cabe preguntarnos: ¿qué prometemos nosotros, como interlocutores, a las imágenes?

Suiseki Softfalls (2015), Weixin Chong. Cortesía de Kutxa Kultur Artegunea, Kutxa Fundazioa.

NOTAS AL PIE: 

[1] En una conversación con sirocomag. 

Fotografía cabecera: Long Hug Town (2014-2019), Takahiro Mizushima. Cortesía de Kutxa Kultur Artegunea, Kutxa Fundazioa.

 

Agradecimientos a Alejandro Castellote y Sala Kutxa Kultur Artegunea, de Kutxa Fundazioa. 

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